Hoy se conmemora el 208º aniversario del nacimiento de San Juan Bosco, el Rector Mayor, padre Ángel Fernández Artime, en su Aguinaldo 2024 para la Familia Salesiana nos ha invitado a profundizar el sueño de los 9 años, que se considera una intervención divina en la que se reveló a Don Bosco la misión a la que sería destinada toda su vida y que legaría en espíritu de Comunión e unidad en el Carisma a los grupos de la Familia Salesiana, por lo que a demás de la breve reseña biográfica de Don Bosco en este artículo incluimos el párrafo completo sobre dicho sueño, tomado de la Memorias del Oratorio escritas por Don Bosco entre 1873 y 1875, por orden expresa del santo Papa Pío IX.
Reseña Biográfica
Juan Melchor Bosco Occhiena nació un miércoles 16 de agosto de 1815, en el caserío de I Becchi ubicado en Morialdo, en el Piamonte, le bautizaron al día siguiente en la Parroquia de su ciudad natal Castelnuovo d’Asti, Sus padres fueron unos granjeros humildes, devotos y trabajadores, era el matrimonio formado por Francisco Luis Bosco y Margarita Occhienan quienes habían contraído nupcias el 6 de Junio de 1812.
Francisco había enviudado a los 27 años de edad, tras la muerte de su primera esposa Margarita Cagliero el 28 de febrero de 1811, con quien había procreado a Antonio José, nacido el 2 de febrero de 1808 -contaba con tres años al morir su madre-, y a Teresa María -quien nació el 16 de febrero de 1810, la pequeña niña falleció tan sólo dos días después de haber venido al mundo-.
El padre de Juan trabajaba con su hermano mayor Pablo en una granja propiedad de la Familia Biglione; los Bosco no eran propietarios sino aparceros que labraban y ganaban sólo la mitad de lo que producían. Desgraciadamente Francisco Bosco falleció el 11 de Mayo de 1817, a la edad de 33 años, tras haber contraído neumonía mientras trabajaba en una bodega muy fría. Juan recordaba el día de la muerte de su padre, misma que no alcanzaba a comprender dada su tierna edad de dos años, en esa lamentable ocasión su madre estaba acongojada por su perdida. Ella cuando velaba el cuerpo de su marido y oraban por su descanso eterno, pidió al pequeño Juanito que la siguiera a otra habitación, pero el niño insistía en permanecer al lado del cuerpo de su progenitor, así que Margarita de dijo ‘Pobre hijo, ven conmigo, tú ya no tienes padre’, lo que quedo en la memoria del pequeño. Tras decir aquello su madre rompió en llanto, le tomó de la mano a Juanito y lo llevó a otra parte, mientras Juan lloraba al verla llorar, sin alcanzar realmente a dimensionar lo grave de la situación –comenta el santo hombre en sus memorias- (Bosco, 2011, p. 9).
Margarita queda como jefa de familia, en una época por demás difícil para una madre viuda, a pesar de los prejuicios de la época rechaza a algunos pretendientes que la cortejan sin querer asumir la paternidad de su muchachos, ella y se impone una labor moral propia de una buena cristiana, cuidará de sus tres hijos y rechazará las prerrogativas que se le presentaban, sus muchachos serán su prioridad: José Luis (nacido el 17 de Abril de 1813), Juan Melchor y su hermanastro Antonio José, el varoncito de mayor edad y primogénito de Francisco Luis, con quien Juan tendría una convivencia complicada.
Tras la muerte del padre la familia se mudó a una rústica casa donde pasaron años duros y de carencias de acuerdo a la realidad de su contexto y momento histórico, donde incluso se vivió la hambruna, las enfermedades y el paso de las combatientes de los conflictos de su época.
Margarita dotada de gran intuición humana y cristiana formó diligentemente a sus hijos en el trabajo y sobre todo en la fe, fue Juan posiblemente el más receptivo. Ella enseñó al jovencito sus primeras oraciones, por ejemplo, lo habitúo a meditar y rezar el santo Rosario, también le preparó para su primera confesión para que él la realizará ‘dignamente’, Margarita le acompañaba a la iglesia hasta que llegó a tener cierta madurez para confesarse solo (Bosco, 2011, p. 10).
A continuación se citan textualmente los párrafos escritos por Don Bosco bajo mandato del Papa Pió XI sobre el sueño de los 9 años, mismo del que se deriva lo más relevante de la Misión Salesiana; Don Bosco narra:
“Mientras tanto, había alcanzado los nueve años. Mi madre quería enviarme a la escuela, aunque la distancia me dejaba perplejo, ya que estábamos a cinco kilómetros del pueblo de Castelnuovo. Mi hermano Antonio se oponía a que fuera al colegio.
Se adoptó una solución intermedia. Durante el invierno frecuentaba la escuela del cercano pueblo de Capriglio, donde pude aprender los rudimentos de la lectura y escritura. Mi maestro era un sacerdote muy piadoso que se llamaba Giuseppe Lacqua, quien fue muy amable conmigo, ocupándose con mucho interés de mi instrucción y, sobre todo, de mi educación cristiana. Durante el verano contentaba a mi hermano trabajando en el campo.
Un sueño
Con aquellos años tuve un sueño que quedó profundamente grabado en mi mente para toda la vida. En el sueño, me pareció encontrarme cerca de casa, en un terreno muy espacioso, donde estaba reunida una muchedumbre de chiquillos que se divertían. Algunos reían, otros jugaban, no pocos blasfemaban.
Al oír las blasfemias, me lancé inmediatamente en medio de ellos, usando los puños y las palabras para hacerlos callar.
En aquel momento apareció un hombre venerando, de aspecto varonil y noblemente vestido. Un blanco manto le cubría todo el cuerpo, pero su rostro era tan luminoso que no podía fijar la mirada en él. Me llamó por mi nombre y me mandó ponerme a la cabeza de los muchachos, añadiendo estas palabras:
-No con golpes, sino con la mansedumbre y con la caridad deberás ganarte a estos tus amigos. Ponte ahora mismo, pues, a instruirlos sobre la fealdad del pecado y la belleza de la virtud.
Aturdido y espantado, repliqué que yo era un niño pobre e ignorante, incapaz de hablar de religión a aquellos muchachos; quienes, cesando en ese momento sus riñas, alborotos y blasfemias, se recogieron todos en torno al que hablaba.
Sin saber casi lo que me decía, añadí:
-¿Quién ere tú, que me mandas una cosa imposible?
-Precisamente porque tales cosas te parecen imposibles, debes hacerlas posibles con la obediencia y la adquisición de la ciencia.
-¿En dónde y con qué medios podré adquirir la ciencia?
-Yo te daré la maestra bajo cuya disciplina podrás llegar a ser sabio, y sin la cual toda sabiduría se convierte en necedad.
-Pero ¿quién eres tú que me hablas de esta manera?
-Yo soy el Hijo de aquélla a quien tu madre te enseñó a saludar tres veces al día.
-Mi madre me dice que, sin su permiso, no me junte con los que no conozco. Por tanto, dígame su nombre.
-El nombre, pregúntaselo a mi Madre.
En ese momento, junto a Él, vi a una mujer de aspecto majestuoso, vestida con un manto que resplandecía por todas partes, como si cada punto del mismo fuera una estrella muy refulgente. Contemplándome cada vez más desconcertado en mis preguntas y respuestas, hizo señas para que me acercara a Ella y, tomándome bondadosamente de la mano, me dijo:
-Mira.
Al mirar, me di cuenta de que aquellos chicos habían escapado y, en su lugar, observé una multitud de cabritos, perros, gatos, osos y otros muchos animales.
-He aquí tu campo, he aquí donde tienes que trabajar. Hazte humilde, fuerte, robusto; y cuanto veas que ocurre ahora con estos animales, lo deberás hacer tú con mis hijos.
Volví entonces la mirada y, en vez de animales feroces, aparecieron otros tantos mansos corderos que, saltando y balando, corrían todos alrededor como si festejaran al hombre aquel y a la señora.
En tal instante, siempre en sueños, me eché a llorar y rogué al hombre me hablase de forma que pudiera comprender, pues no sabía qué quería explicarme.
Entonces Ella me puso la mano sobre la cabeza, diciéndome:
-A su tiempo lo comprenderás todo.
Dicho lo cual, un ruido me despertó.
Quedé aturdido. Sentía las manos molidas por los puñetazos que había dado y dolorida la cara por las bofetadas recibidas. Después, el personaje, aquella mujer, las cosas dichas y las cosas escuchadas ocuparon de tal modo mi mente que ya no pude conciliar el sueño durante la noche.
Por la mañana conté enseguida el sueño. Primero a mis hermanos, que se echaron a reír; luego a mi madre y a la abuela. Cada uno lo interpretaba a su manera. Mi hermano José decía: 'Tú serás pastor de cabras, de ovejas o de otros animales'.
Mi madre: 'Quién sabe si un día llegarás a ser sacerdote'. Antonio, con tono seco: 'Tal vez termines siendo capitán de bandoleros'. Pero la abuela, que sabía mucho de teología aunque era completamente analfabeta, dio la sentencia definitiva, exclamando: 'No hay que hacer caso de los sueños'.
Yo era del parecer de mi abuela, sin embargo nunca pude olvidar aquel sueño. Los hechos que expondré a continuación le confieren cierto sentido. No hablé más del asunto, y mis familiares no le dieron mayor importancia. Pero cuando, en el año 1858, fui a Roma para tratar con el Papa de la Congregación Salesiana, me hizo narrarle con detalle todas las cosas que tuvieran algo de sobrenatural, aunque sólo fuera la apariencia.
Conté entonces, por primera vez, el sueño tenido a la edad de nueve a diez años. El Papa me mandó que lo escribiera al pie de la letra, pormenorizadamente, y lo dejara para animar a los hijos de la Congregación, por la que había realizado ese viaje a Roma” (Bosco, 2011, pp. 10-12).
Dada la pobreza y los conflictos con Antonio que hostigaba a Juan debido a sus inclinaciones vocacionales y deseos de estudio, su madre con dolor en su corazón optó por enviarle como mozo a la casa de los Moglia, de febrero de 1828 a noviembre de 1829. En ese lapso de tiempo Juan conoció al sacerdote Juan Melchor Felice Calosso (1760-1830), doctor en teología por la universidad de Turín; párroco de Bruino (1791-1813), archidiócesis de Turín; capellán de Morialdo (1829-1830). Aquel buen presbítero fue su primer mentor y posiblemente la primera figura ‘paterna’ para el entonces adolescente.
El padre Calosso le ayudó con los recursos para realizar los estudios elementales en Castelnuovo y los de humanidades en el colegio de Chieri. Juan discernía que había recibido de Dios una vocación singular y percibía en su mentor la mano de la providencia de Dios para cumplir su misión, así como la intervención materna de la Virgen María. A pesar de la muerte de Calosso –quien le procuró un pequeño legado- Juan fue resiliente y prosiguió empeñado en su formación.
Lo anterior se desprendía del aquel sueño profético que experimento a los 9 años de edad y cuyas encomiendas apropió poco a poco, las hizo suyas, y se empeño en aquella tarea y labor apostólica, primero entre sus compañeros de escuela en Chieri, con quienes creó la Sociedad de la Alegría. Desde pequeño consideraba que debía seguir y conformar su persona a la de Cristo Buen Pastor a quien identificaba con aquel noble varón, y su esperanza y guía la identificó en María, cuya personalidad de servicio y ayuda fue asumiendo.
Fue creciendo física, espiritual e intelectualmente y formándose una idea del ministerio sacerdotal con un estilo y propio: ser signo del Buen Pastor para los jóvenes y para la gente sencilla, la más necesitada del pueblo, pero en especial los más jovencitos.
En 1835, ingresó al seminario diocesano de Chieri, fueron años de trabajo espiritual, el ambiente disciplinado y la enseñanza teológica moral rigurosa, discrepaba un tanto de su temperamento tendiente a la libertad y a la iniciativa dirigida hacia la acción por demás creativa –prefería lo lúdico, la música, el encuentro para atraer almas hacia Dios-. Sin embargo el joven Juan asimiló los valores, austeridad y la tradición formativa propuesta a sus clérigos formadores como el Teólogo Borel y san José Cafasso: estudio exigente, espíritu de piedad y silencio, retiro y meditación, obediencia, disciplina interior y exterior.
Será el padre Cafasso, también natural de Castelnuovo –a quien conoció cuando éste era seminarista-, quien colaboraba con el Teólogo Luis Guala en Turín, quien orientará sin duda al seminarista Juan Bosco a la madurez pastoral.
El perfeccionamiento del clero en la praxis pastoral era la meta de la 'Residencia Eclesiástica de San Francisco de Asís' o 'Convitto Ecclesiastico', Don Bosco le describe como "el lugar donde uno aprende a ser sacerdote" (Bosco, 2011, p. 57). Ahí el padre Cafasso será su docente de teología moral, de pastoral práctica, así como confesor, director espiritual y consejero (Bosco, 2011, p. 19). .
El 5 de junio de 1841, en Turín, el Arzobispo Mons. Luis Franzoni, ordenó presbítero a Don Bosco, a quien se le confió la labor de auxiliar al párroco durante el verano y el otoño, tanto en I Becchi como en Castelnuovo. El recién ordenado sacerdote regresó a Turín en noviembre, para cursar el trienio de perfeccionamiento teórico y práctico en la Residencia Eclesiástica.
Así recibió la cualificación pastoral teórica y práctica, además consolidó aspectos de su vida interior, rasgos de la espiritualidad sacerdotal propuesta por San José Cafasso: al centro el servicio divino, vivificado por el amor al Señor y el anhelo de conformarse a la voluntad divina, entera disponibilidad, servicio con prontitud, exactitud y generosidad. Además del implicar el espíritu de oración, la dulzura y caridad pastoral, la pobreza, el desprendimiento y la mortificación, con humildad y trabajo intenso.
Su formación moral conllevaba:
- La entrega de sí mismo en el cuidado pastoral del prójimo.
- El celo incansable por acoger, acercarse, animar, exhortar, instruir y animar a las personas de cualquier edad y condición.
- En especial a los humildes, los pequeños, los pobres y los pecadores.
- Espíritu misionero.
- Entrega sin pausa a la predicación, a la catequesis, al sacramento de la penitencia.
- Devoción a María.
- Sentido de pertenencia eclesial y devoción al Papa y a los pastores de la Iglesia.
El padre Juan Melchor además se dedicó:
- A la instrucción catequística de los muchachos,
- A acompañamiento y asistencia espiritual de los jóvenes recluidos en las cárceles de la ciudad, en compañía del padre Cafasso, lo que le llegó a impresionar tanto que decidió que no permitiría que los chicos pobres llegarán a aquellas situaciones tan miserables que ponía en peligro su salvación.
Además se vio indirectamente involucrado en los intensos y complejos cambios políticos, sociales y culturales de su vida:
- Movimientos revolucionarios.
- Guerra y éxodo de los pueblos a las ciudades.
- Factores que afectaban las condiciones de vida de la gente, especialmente las clases más pobres.
- En los márgenes de las ciudades, los pobres en general y los jóvenes en particular pasaban a ser víctimas y objeto de explotación y/o desocupación, aquellos chicos vivían sin acompañamiento y no se procura su crecimiento humano, moral, religioso ni profesional.
Ante los cambios tan ‘acelerados’, y peligrosos que daba la impresión de no poder definir un futuro estable, los jóvenes se mostraban inseguros y desorientados, propensos a delinquir y por tanto a ser castigados por el sistema de justicia, incluso bajo penas exageradamente duras.
Octubre de 1841: Don Bosco es contratado como capellán de la Obra del Refugio y del Hospitalito de Santa Filomena: dos institutos femeninos fundados por Julia Colbert, marquesa de Barolo, ambos al noroeste de la ciudad.
El 8 de diciembre de 1841, Don Bosco después de un encuentro con el joven Bartolomé Garelli en la sacristía de San Francisco de Asís, tras consolarle por los palos recibidos por un clérigo y rezar un Ave María con él, comienza la labor pedagógica y educativa de los Salesianos.
Con aquel chico huérfano de 16 años, abandonado y analfabeto que sólo sabía silbar, Bosco inició su primera catequesis, así nació –afirmaba Don Bosco- la 'Obra de los Oratorios', comenzó de forma concreta humilde y 'sencilla'.
Ésta se expandió progresivamente hasta responder a ciertas exigencias:
- Crear albergue para acoger a los jóvenes dispersos por las calles.
- Establecer y construir talleres y escuelas para enseñarles artes y oficios, es decir, un trabajo que hiciera a los chicos capaces de ganarse honestamente la vida.
La escuela de humanidades por su parte estaba abierta al ideal vocacional, la buena prensa, las iniciativas y los métodos recreativos propios de la época (teatro, banda, canto, excursiones otoñales), para favorecer un crecimiento sano en los muchachos.
Don Bosco les acogió con la ayuda de su Madre Margarita con ellos vivieron centenares de : obreros, aprendices, estudiantes y emigrados.
En el Refugio les entretenía, interviniendo en sus recreos con el fin de conseguir su participación en los momentos de instrucción religiosa y de culto, en ocasiones se apoyó de chicos como Garelli para convocar o reunir a los jóvenes. A sus reuniones las denominaba como 'catecismo' y fueron transformándose hasta culminar en el, 'Oratorio de San Francisco de Sales'.
El padre Juan Bosco asumió diversos cambios en su obra, que fueron inspirados especialmente en el Oratorio de san Felipe Neri y de san Carlos Borromeo. Además Bosco eligió a san Francisco de Sales, como santo patrono para sus iniciativas, debido a su celo pastoral, bondad y amabilidad en el trato.
El Oratorio fue itinerante entre 1845 y 1846, se mantuvo en la zona de los prados de Valdocco. En la primavera de 1846 Don Bosco lo instituyó definitivamente en Valdocco en la casa Pinardi e incluyó una capilla en su proyecto, más tarde adquirirá todo el edificio y el terreno adyacente. Ese Oratorio se inspiró en el del Ángel Custodio, abierto en 1840 por padre Cocchi en los límites del barrio de Vanchiglia
El buen sacerdote hizo suyo el lema: 'Da mihi animas caetera tolle' - '¡Oh Señor, dame almas y llévate todo lo demás!'- mismo que reprodujo en un cartel que fijó en un lugar visible de su habitación de por vida.
1847: tras el éxito de los dos primeros oratorios, el padre Bosco abrió otro, dedicado a San Luis, en la Porta Nuova.
1948: fue un período de crisis incluso para los oratorios, si bien el padre Cocchi compartió el entusiasmo patriótico de sus jóvenes; Don Bosco fue más cauto y se mantuvo atento a la oposición prestada a esto por el arzobispo Franzoni.
1850: Resurgió la obra gracias a la tenacidad de los colaboradores eclesiásticos y laicos como el teólogo G. B. Borel y los primos Roberto y Leonardo Murialdo.
Hacia 1850 el santo varón adquiría las casas ‘Pinardi’ y la casa’Bellezza’.
1852: Tras el exilio de Franzoni en Lyon, Don Bosco fue nombrado en 'director jefe espiritual' de los oratorios masculinos de Valdocco, Puerta Nueva y Vanchiglia.
Entre 1851 y 1852 gracias al apoyo popular y el oficial de las autoridades civiles, y debido a la atención prestada a los chicos desamparados y el incremento de la afluencia juvenil en los oratorios, fue posible la sustitución del cobertizo de Valdocco por una iglesia amplia dedicada a san Francisco de Sales, parte de los recursos fueron destinados a la adquisición de nuevos terrenos, y en la construcción de la 'Casa anexa al Oratorio', con el fin de acoger e instruir a jóvenes estudiantes y a aprendices de algunos oficios más prometedores:
- 1853: zapateros y sastres.
- 1854: encuadernadores.
- 1856: carpinteros.
- 1862: tipógrafos y herreros.
Tras la pandemia de cólera de 1854, la población juvenil acogida en las escuelas-residencia de Valdocco superó rápidamente el centenar en 1868: La cifra de chicos acogidos por Don Bosco llegó a 800 oratorianos, dicho año Don Bosco tuvo la iniciativa y se empeñó en construir y consagrar en el solar el Oratorio de Valdocco, lo hizo con una gran iglesia, dedicada a María Auxiliadora (Auxilium Christianorum) destinada a la atención de los jóvenes, y a atender las necesidades espirituales de la zona.
1869: el padre Juan instituye la Asociación de devotos de María Auxiliadora, para la defensa de la fe entre el pueblo cristiano.
Ya desde 1853 el santo sacerdote promueve diversas iniciativas para incrementar las ayudas financieras: organizó loterías de beneficencia, así como recaudo recursos que uso para expandir y mejorar los edificios de los oratorios y acoger, gratuitamente con ciertas reglas, a jóvenes artesanos y estudiantes de las clases de segunda enseñanza.
Anunciaba y promocionaba sus obras u oratorios subrayando a la gente que en ellos se formaba 'honrados ciudadanos y buenos cristianos'.
No dudó en solicitar ayudas y subsidios a las autoridades políticas y administrativas destacando que sus obras tenían el objetivo de prevenir la delincuencia entre menores, alejando de la calle a jóvenes quienes de otro modo irían a parar a prisión.
1877: en Turín el padre Bosco promovió su misión de formar ciudadanos útiles a la sociedad lo que plasmó en su obra: El Sistema Preventivo en la educación de la juventud.
Su opción educativa pastoral fundamental la sintetizo en su frase 'Basta que sean jóvenes para amaros' y afirmaba 'He prometido a Dios que hasta mi último aliento, habría de ser para mis pobres jóvenes'.
Don Bosco realizó una actividad titánica, desde la predicación, la producción de escritos, la creación las instituciones, los viajes, los encuentros con personalidades civiles y religiosas; todos captaban su dedicación paterna y testimonio que reflejaba en su celo pastoral, fundamentado en la fe y amor a Dios.
Escribió diversas obras de orientación y formación para los jóvenes que fueron reeditadas en diversas ediciones y reimpresiones:
- 1845: Historia eclesiástica para uso de las escuelas.
- 1847: Historia sagrada para uso de las escuelas.
- 1847: El joven cristiano.
- 1849: El sistema métrico decimal, reducido a simplicidad.
Hacia marzo de 1863, inició la publicación de las Lecturas católicas, colección de fascículos monográficos periódicos, de pequeño formato, con un centenar de páginas con el apoyo del obispo de Ivrea L. Moreno, su estilo era sencillo y su lectura estaba al alcance de adolescentes y jóvenes artesanos, obrerillos y del sector agrícola. A través de estas publicaciones difundió varios de sus escritos apologéticos y catequísticos, devocionales y hagiográficos, difundió positivamente la imagen de la Iglesia católica, del Papado y de la obra Oratoriana.
1859: La ley Casati impuso la obligación a los Ayuntamientos, de organizar la enseñanza escolar, ofreció a Don Bosco la ocasión de ampliar el campo de sus iniciativas. Después de la experiencia administrar y dirigir pequeños seminarios diocesanos bajo su responsabilidad:
- 1859: Giaveno en la diócesis de Turín,
- 1863: Mirabello Monferrato, en la diócesis de Casale (trasladado en 1870 a Borgo San Martino)
Don Bosco se aventuró al terreno de las escuelas públicas, se apuntó para gestionar y hacer responsable de diversos colegios municipales:
- 1864: Lanzo Torinese.
- 1869: Cherasco.
- 1870: Alassio.
-1871: Varazze.
-1875: Vallecrosia.
Estos institutos estuvieron generalmente anexos un oratorio y bajo diversos títulos estaban reconocidos como obras de beneficencia o escuelas privadas por ejemplo Génova-Sampierdarena (1872).
Don Bosco, se adaptaba a las situaciones y circunstancias, era a la vez:
- Ministro del Señor.
- Hijo de la Iglesia.
- Apóstol de Cristo.
- Anunciante del Evangelio, Padre de los pobres
- Predicador de los muchachos y a los jóvenes.
Audaz, emprendedor de gran iniciativa, ingenioso creador de soluciones con unidad espiritual y riqueza interior, asceta con gran sentido de la fe y la gracia, comprometido con el ministerio eclesial, armonizaba virtudes humanas y dones de Dios, se dijo de él que “Caminaba como si viera al invisible” algo que se llego a firma de Moisés.
Desde su sacerdocio y acción apostólica era hombre de acción y oración, sacramento en especial la Eucaristía –esta lo hacia infatigable- , se afirma que él obedeció al Espíritu Santo motivado por la caridad.
Además cuando vivió y asumió el dolor del misterioso agotamiento lo hizo por el bien de la Iglesia y de la juventud.
1848: Tras la clausura del seminario metropolitano por orden de monseñor Franzoni, Don Bosco acogió a los clérigos diocesanos que, en la ciudad. Aquellos clérigos se hicieron asiduos en el acompañamiento de los chicos del Oratorio que se sintieron llamado a la vida religiosa o sacerdotal.
De Valdocco y de los otros colegios durante la vida de Don Bosco, egresaron 2, 500 sacerdotes para la diócesis de Liguria y del Piamonte, su ejemplo inspiró a muchos obispos a superar los problemas económicos y a abrir seminarios menores.
Muchos canónigos que llegaron a ser Rectores aprendieron de la pedagogía salesiana el uso de instrumentos didácticos y espirituales, útiles para la formación de jóvenes sacerdotes, incluida la amorevolezza o amabilidad y la paterna asistencia pastoral
1858: Para sus futuros “salesianos”, Bosco elaboró una fórmula: 'Ciudadanos ante el Estado; religiosos ante la Iglesia' consolidaba así el sentido de un instituto de vida religiosa. Viajó a Roma para reunirse en audiencia pontificia con S. S. Pío IX quien vio con buenos ojos sus iniciativas para erigir un grupo de jóvenes orientados a la vida consagrada.
El 18 de diciembre de 1859, con otros dieciocho jóvenes, dio oficialmente origen a la Sociedad de San Francisco de Sales.
1860: la fama de santidad y pastoral permitieron a Don Bosco contar con un personal más estable y más en sintonía con los propios métodos educativos para los oratorios y las escuelas. Sus obras contaron con religiosos y laicos trabajando en sintonía con los mismos objetivos y bases carismáticas: la educación de la juventud, la más pobre y abandonada.
1864: Don Bosco alcanza en Roma el Decretum laudis para la Pía Sociedad de San Francisco de Sales y la iniciación de las prácticas para el correspondiente examen de las Reglas o Constituciones.
1869: Se otorga la aprobación pontificia definitiva a la Sociedad Salesiana
1874: Es aprobada las “Regulae seu constituciones”.
15 de agosto de 1872: con María Mazzarello, Don Bosco fundó el Instituto de las Hijas de María Auxiliadora, como opción femenina para atender a las niñas y jóvenes más pobre y necesitadas.
En los años sucesivos, con el apoyo de las instituciones públicas y privadas más diversas, el santo abrió oratorios, colegios, albergues, escuelas agrícolas, además de en Italia, en otras partes de Europa:
- 1875: Niza Marítima.
- 1878: La Navarre.
- 1878: Marsella.
- 1880: Saint-Cyr Francia.
- 1884: París, Francia.
- 1880: Utrera.
- 1884: Barcelona-Sarriá, España (1884) en;
. 1887: Battersea, Inglaterra
. 1887: Lieja, Bélgica.
Además tras una a ola de emigración europea y como respuesta a la solicitud y necesidad social y política de instrucción y educación tanto educativa como en valores cristianos, se empeño en enviar a los Salesianos y a las Hijas de María Auxiliadora a varios países de América latina:
- 1875: Buenos Aires, Argentina.
- 1876: San Nicolás de los Arroy os, Argentina.
- 1879: Carmen de Patagones y Viedma, Argentina.
- 1876: Montevideo, Uruguay.
- 1883: Niteroi, Brasil.
- 1884: San Pablo, Brasil.
- 1885: Quito, Ecuador.
- 1887: Concepción y Punta Arenas, Chile.
- 1887: Malvinas Falkland.
1876 Don Bosco fundó la Unión de Cooperadores Salesianos. Inspirada en el principio 'vis unita fortior'. Tuvo como resultado una mayor implicación de la opinión pública y de los diversos estratos de la población. La red de los Cooperadores fue cultivada con conferencias a propósito y con la publicación mensual del Boletín Salesiano desde 1877.
El Boletín, era enviado gratuitamente también a los no Cooperadores, lo que ayudó a aumentar simpatías y también a procurar financiación obras salesianas.
Aún a edad avanzada viajó de hacerse presente sen donde era necesario:
- 1883: París; Frohsdorf, Austria.
- 1884 y 1885: Marsella.
- 1886: Barcelona,
- 1887: viajó por última vez a Roma.
Falleció en Turín en el Oratorio de Valdocco el 31 de enero de 1888.
S.S. San Juan Pablo II escribió sobre él en su ‘Carta Apostólica Iuvenum Patris’ dirigida al entonces Rector Mayor padre Egidio Vigano y publicada el 31 de enero de 1988, con motivo del centenario de la Muerte de Don Bosco (Wojtyla, 1988, p. 4):
“5. Tal espíritu de iniciativa es fruto de una interioridad profunda. Su talla de santo lo pone, con originalidad, entre los grandes fundadores de institutos religiosos en la Iglesia. Brilla por muchos aspectos: inicia una verdadera escuela de nueva y atrayente espiritualidad apostólica; promueve una devoción especial a María, Auxiliadora de los cristianos y Madre de la Iglesia: da testimonio de un leal y valiente sentido eclesial, demostrado en delicadas mediaciones en las entonces difíciles relaciones entre la Iglesia y el Estado; es apóstol realista y práctico, abierto a las aportaciones de los nuevos descubrimientos; es organizador celoso de misiones, con sensibilidad verdaderamente católica; es, de modo conspicuo, ejemplo de un amor de predilección a los jóvenes, en particular a los más necesitados, para bien de la Iglesia y de la sociedad; es maestro de una eficaz y genial praxis pedagógica, legada cual don preciado que hay que custodiar y desarrollar.
En esta Carta quiero considerar, sobre todo, que Don Bosco realiza su santidad personal en la educación, vivida con celo y corazón apostólico, y que simultáneamente sabe proponerla como meta concreta de su pedagogía. Precisamente tal intercambio entre educación y santidad es un aspecto característico de su figura: es educador santo, se inspira en un modelo santo —Francisco de Sales— es discípulo de un maestro espiritual santo -José Cafasso- y entre sus jóvenes sabe formar un alumno santo: Domingo Savio.
(…)9. Hombre de actividad multiforme e incansable, Don Bosco ofrece, con su vida, la enseñanza más eficaz, tanto que ya sus contemporáneos lo vieron como educador eminente” (Wojtyla, 1988, p. 6).
Referencias
Bosco, J.. (2011). Memorias del Oratorio. (11ª edición) [Archivo PDF] Madrid: Editorial CCS.
Wojtyla, K (1988). Carta Apostólica Iuvenum Patris del Sumo Pontífice Juan Pablo II, en el Centenario de la muerte de San Juan Bosco. A don Egidio Viganò, Rector Mayor de la Sociedad de San Francisco de Sales, en el centenario de la muerte de san Juan Bosco. [Archivo PDF]. Vaticano: Dicastero per la Comunicazione - Libreria Editrice Vaticana