Hoy tercer Domingo de Cuaresma, 12 de marzo de 2023, antes del rezo del Ángelus el Papa Francisco ofreció su comentario  a las lecturas del día,  a los fieles y peregrinos reunidos en la Plaza de San Pedro. En base a relato del encuentro de Jesús con la Samaritana que narra el Evangelio de San Juan (Juan 4, 5-45), el santo padre Francisco se centró en la frase de Jesús ‘Dame de beber’ que da testimonio de abajamiento de Jesús a nuestra condición y aún por debajo de ella. El Papa explica que se Cristo se vuelve como un mendigo, la sed pone al Hijo de Dios al nivel de nuestro propio plano humano y Él expresa una sed que además de ser real, es una sed de amor, de esta forma Jesús asume nuestra pobreza, su sed de amor la expresa en el  culmen de su martirio  en la cruz: “Tengo sed” (Fuentes: Vaticano, SPSS, Dicasterio para la Comunicación, Vatican Media y Vatican News).

Un segundo aspecto que resaltó el Papa Francisco, es que este “Dame de beber” implica un llamamiento a todos nosotros a hacernos responsable de atender la sed ajena, la del prójimo. Además el santo padre subraya que Jesús nos ofrece “agua viva” para que no convirtamos en fuente para los demás, tanto en el sentido material como espiritual.

En sus palabras después de rezo del Ángelus, el Papa destacó que los días 17 y 18 de marzo, en toda la Iglesia, se renovará la iniciativa “24 horas para el Señor” para dedicar tiempo a la oración, adoración y al sacramento de la reconciliación. Señaló que el próximo vienes presidirá un acto penitencial, y recordó que hace una año en la parroquia de Roma se hizo la consagración al Inmaculado Corazón de María para pedir por la paz en el mundo, nos exhortó a no desanimarnos en esta intención y que se siga orando por la martirizada Ucrania.

 Comentario del Evangelio dominical del Papa Francisco

“Queridos hermanos y hermanas, buenos días, ¡feliz domingo!

Este domingo el Evangelio nos presenta uno de los encuentros más hermosos y fascinantes de Jesús, el encuentro con la samaritana (Cf. Jn 4,5-42). Jesús y los discípulos hacen una parada junto a un pozo en Samaria. Llega una mujer y Jesús le dice: ‘Dame de beber’ (v. 7). Quisiera detenerme precisamente en esta expresión: Dame de beber.

La escena nos muestra a Jesús sediento y cansado, que se encuentra en el pozo de la samaritana en la hora más calurosa a mediodía, y como un mendigo pide algo fresco. Es una imagen del abajamiento de Dios: Dios se abaja en Jesucristo por la redención, viene a nosotros. En Jesús, Dios se hizo uno de nosotros, se abajó; sediento como nosotros, sufre nuestra misma canícula. Contemplando esta escena, cada uno de nosotros puede decir: el Señor, el Maestro, ‘me pide de beber. Tiene, por lo tanto, sed como yo. Tiene mi sed. ¡Estás cerca de mí realmente, Señor! Estas vinculado a mi pobreza -¡no me lo puedo creer!- me has tomado desde abajo, desde lo más bajo de mí mismo, donde nadie puede alcanzarme’ (P. Mazzolari, La Samaritana, Bolonia 2022, 55-56). Y tú viniste a mí, desde abajo, y me tomaste desde allí, porque tenías, y tienes, sed de mí.

Video Vatican News

La sed de Jesús, de hecho, no es solo física, expresa las sequedades más profundas de nuestra vida: es sobre todo la sed de nuestro amor. Es más que un mendigo, está sediento de nuestro amor. Y emergerá en el momento culminante de la pasión, en la cruz; allí, antes de morir, Jesús dirá: ‘Tengo sed’ (Jn 19,28). Esa sed de amor que lo llevó a descender, a abajarse, a ser uno de nosotros.

Pero el Señor, que pide beber, es Aquel que da de beber: al encontrarse con la samaritana le habla del agua viva del Espíritu Santo y desde la cruz derrama sangre y agua desde su costado atravesado (Cf. Jn 19,34). Jesús, sediento de amor, sacia nuestra sed con amor. Y hace con nosotros como con la samaritana: se acerca a nosotros en lo cotidiano, comparte nuestra sed, nos promete el agua viva que hace brotar en nosotros la vida eterna (Cf. Jn 4,14).

Dame de beber. Hay un segundo aspecto. Estas palabras no son solo la petición de Jesús a la samaritana, sino un llamamiento –a veces silencioso- que cada día se eleva hacia nosotros y nos pide que nos hagamos cargo de la sed ajena. Dame de beber nos dicen quienes –en la familia, en el lugar de trabajo, en el resto de lugares que frecuentamos- tienen sed de cercanía, de atención, de escucha; nos lo dice quien tiene sed de la Palabra de Dios y necesita encontrar en la Iglesia un oasis donde beber. Dame de beber es el llamamiento de nuestra sociedad, donde la prisa, la carrera por el consumo y, sobre todo, la indiferencia, esta cultura de la indiferencia, generan aridez y vacío interior. Y –no lo olvidemos- dame de beber es el grito de tantos hermanos y hermanas a los que les falta el agua para vivir, mientras se sigue contaminando y estropeando nuestra casa común; también ella agotada y reseca, ‘tiene sed’.

Frente a estos desafíos, el Evangelio de hoy nos ofrece a cada uno de nosotros el agua viva que puede hacer que nos convirtamos en fuente de refrigerio para los demás. Y entonces, como la samaritana, que dejó su ánfora en el pozo y fue a llamar a la gente del pueblo (Cf. v. 28), tampoco nosotros pensaremos solo en saciar nuestra sed, nuestra sed material, intelectual o cultural, sino que, con la alegría de haber encontrado al Señor, podremos saciar la sed de los demás: dar sentido a la vida de los demás, no como amos sino como servidores de esta Palabra de Dios que sació nuestra sed, que continuamente nos sacia; podremos entender su sed y compartir el amor que Él nos dio a nosotros. Se me ocurre hacer esta pregunta, a mí y a ustedes: ¿Somos capaces de entender la sed de los demás? ¿La sed de la gente, la sed de tantos en mi familia, en mi barrio? Hoy podemos preguntarnos: ¿Tengo sed de Dios, me doy cuenta de que necesito su amor como el agua para vivir? Y después, yo que estoy sediento, ¿me preocupo de la sed de los demás, la sed espiritual, la sed material?

Que la Virgen interceda por nosotros y nos sostenga en el camino.”

 

Después del Ángelus

“¡Queridos hermanos y hermanas!

Les saludo a todos ustedes, romanos y peregrinos de tantos países, en particular a los fieles llegados de Madrid y de Split.

Saludo a los grupos parroquiales de Padua, Caerano San Marco, Bagolino, Formia y Sant’Ireneo de Roma.

El viernes próximo, 17 de marzo, y el sábado 18 se renovará en toda la Iglesia la iniciativa '24 horas para el Señor': un tiempo dedicado a la oración de adoración y al sacramento de la Reconciliación. En la tarde del viernes iré a una parroquia romana para la celebración penitencial. Hace un año, en este contexto, llevamos a cabo el solemne Acto de Consagración al Corazón Inmaculado de María, invocando el don de la paz. Que nuestro ruego no decaiga, que no vacile nuestra esperanza. El Señor escucha siempre las súplicas que su pueblo le dirige por la intercesión de la Virgen Madre. Permanezcamos unidos en la fe y en la solidaridad con nuestros hermanos que sufren a causa de la guerra; sobre todo no olvidamos al martirizado pueblo ucraniano.

Les deseo a todos un feliz domingo. Por favor, no olviden rezar por mí. ¡Buen almuerzo y hasta pronto!”