El día 2 de febrero de 2023, el padre Igino Biffi Superior de la Inspectoría Salesiana de San Marcos, circunscripción del Nordeste de Italia (INE), comunicó que el estimado sacerdote y misionero salesianos Armando Stocco, había fallecido en la casa Artemide Zatti de Venecia, Italia.

El padre Stocco partió al cielo en una fecha admirable, conmemoración solemne de presentación del niño Jesús en el Templo, que nos recuerda la estoica persona del anciano Simeón hombre justo y piadoso y esperaba la consolación de Israel, y a quien el Espíritu Santo le había revelado “que no vería la muerte antes de haber visto al Cristo el Señor”.

Además el padre Armando fue llamado en una fecha significativa en que se celebra la Jornada Mundial de la vida Consagrada, a la cual él pertenecía y en la que él perseveró sin lugar a dudas.

La siguiente es la traducción (realizada por la redacción) de la Homilía que el padre Igino Biffi, SDB Inspector de INE pronunció durante la Misa de Exequias en honor al padre Stocco y que fue publicada por los salesianos de INE

 HOMILÍA

Padre Armando Stocco

(08.05.1926 – 02.02.2023)

Arin de Dolo, 6 de febrero de 2023

Gen 1,1-19 / Sal 103 /Mc 6,53-56

 El 24 de marzo de 1970, así escribió en su diario el padre Armando: ‘Este es un día bendecido. Recibí de los superiores de Turín la hermosa y esperada noticia de que he sido destinado a la misión Mixes en México. María Auxiliadora y Don Bosco me quieren bien. Quiero corresponder con la ayuda del Buen Dios’. En él era fuerte el deseo de hacer tocar al menos el borde del manto del Señor a los que estaban lejos de Dios y vivían en tierras lejanas. El deseo misionero lo habitaba desde hacía tiempo, pero, como escribió, la concreción de mi deseo de ir a las misiones extranjeras se postergó por muchos años más, debido a la avanzada edad de mis padres. El misionero es aquel que responde a la llamada de Dios para llegar a aquellos que aún no han sido tocados aún por el amor de Jesús El Evangelio nos dice que tocar al Señor salva. El padre Armando lo sabía y por eso estaba dispuesto a todo. Sabía que un ‘toque’ hecho en nombre de Dios puede salvar una vida. Así lo relata en una de sus cartas (24 de noviembre de 1995): Una noche estaba durmiendo como un tronco, cuando, hacia la mañana, siento el agua correr por mis hombros. Me levanto. Estaba lloviendo a cántaros. Tomo mi linterna mágica, ilumino el techo de paja. Era como un colador. Muevo el catre aquí, allá, arriba, abajo. Nada funciona. ¿Qué hago? Tomo mi impermeable, lo extiendo sobre la manta y finjo dormir. El repiqueteo de las gotas, los vuelos de los murciélagos y las incursiones de los ratones me ofrecieron un interludio sinfónico no muy grato. Pero ¿qué importa? Lo importante es estar con la gente, vivir con ella y acompañarla, ayudarla a crecer más humana y más cristiana. El hecho de que la muerte le haya sorprendido en la fiesta de la Presentación del Señor en el Templo, día dedicado a la vida consagrada, es signo de que completó una vida dedicada al anuncio del Evangelio de la esperanza y de la alegría.

Así escribió el padre Armando sobre sí mismo en 2005, en ocasión de su 50º aniversario de vida sacerdotal.

Nací en el municipio de Pianiga (VE) el 8 de mayo de 1926. Mis padres fueron Stocco Domenico y Elisabetta Giacomello. Soy el último de siete hijos. Al estallar la Segunda Guerra Mundial (1940) mi párroco, viendo mi inclinación hacia la vida sacerdotal, me envió a realizar mis estudios de secundaria en el Instituto Salesiano de Penango Monferrato (Asti). El ambiente juvenil salesiano, lleno de espiritualidad, de juegos, de estudio, me conquistó. Presenté mi solicitud para ingresar al Noviciado y el 16 de agosto de 1945 hice mi primera profesión. Después de tres años de duro pero fructífero tirocinio con los huérfanos de la guerra, los Superiores me admitieron a mi profesión de votos perpetuos (16 de agosto de 1951). Así comencé mis estudios de teología en Bollengo (1951-55), coronados con la ordenación sacerdotal el 1 de julio de 1955.

Mientras tanto, comprometí mi vida como salesiano en Venecia (1956-59). De aquí los Superiores me enviaron al Oratorio de Schio (VI). Aquí pasé 12 años (1959-70), los más significativos y creativos de mi vida. Schio me enriqueció con valores y recursos suficientes para dedicarme a las misiones por lo menos durante ‘cien años’. Y así, el 7 de noviembre de 1970, sin romper los lazos con Schio, me puse en marcha rumbo a México, compartiendo alegrías y tristezas todos los días con los indígenas Mixes -y- Chinantecos. Con mi rostro alegre y mi corazón en mano, hasta los corazones más graníticos se abrieron. Con mis mulas he atravesado ríos y arroyos, cruzado bosques, pasado montañas y cerros. Pero sobre todo conocí a miles y miles de Chinantecos. Mis aventuras las escribí en las mil y más cartas que Usted ha recibido.’

El padre Armando permanecerá en México hasta 2016. Con motivo de uno de sus regresos periódicos a Italia, habiendo superado los 90, se da cuenta que las fuerzas físicas ya no son las de antes y pide quedarse. Ascendió al Cielo ofreciendo toda su vida al Señor con la intención explícita de obtener la paz en Ucrania.

La experiencia de Schio fue muy feliz para él y para quienes lo conocieron, tanto que el lazo con sus alumnos de escuela elemental –primaria- ha proseguido hasta hoy. Nos había conquistado, -escribirían más tarde sus alumnos- era amigo de nuestra alegría infantil. Ha sido un maestro de vida, de sencillez, de pobreza y de confianza, de buen humor y de fe, para todos los oratorianos en crecimiento. El mismo padre Armando narra: Schio fue mi reino durante casi 12 años completos. Gracias al buen Dios, aquí encontré las actividades oratorias, las fiestas, los paseos. Todo se vivió en un espíritu de familia, de alegría y entusiasmo. El oratorio también me llenó de un gran espíritu misionero. El padre Armando, en Italia como en México, fue un hombre de relaciones. Supo crear un ambiente sereno y alegre con su presencia, supo unir cielo y tierra con su alegre testimonio de salesiano y sacerdote. Él mismo escribió en una de sus cartas: el Buen Dios nos ama tanto. Incluso cuando no lo merecemos. Por eso me esfuerzo en sembrar en todos los pueblos un sano optimismo y mucha alegría de vivir (21 de agosto de 1994). En Schio cada mañana iba a celebrar la Misa a las Hermanas Josefinas. Diez minutos hacia oratorio, mas el empleaba una hora al regresar, porque se detenía a saludar a la gente que encontraba. Una palabra, una sonrisa, sobre todo en los días de mercado, olvidando los compromisos en el oratorio y en la comunidad salesiana. Nunca alterado, siempre sereno y alegre como a Don Bosco amaba ver a sus hijos, era capaz de relaciones cordiales y amistosas con todos e incluso íntimas con los más sensibles. Buscaba crear un clima sereno y agradable también en la predicación. Una vez dijo: Queridos muchachos, la liturgia de hoy nos habla de algunos grandes hombres santos que no debemos perder de vista ni por un día. Moisés, por ejemplo, ese gran hebreo que vivió en la primera parte de la Biblia. Y Juan el Bautista, que vivía en el desierto permanentemente y se nutria de langostas noche y día: fue el gran insecticida del desierto.

En México vivió 46 años de ministerio sacerdotal como misionero especialmente entre los nativos Mixes y Chinantecos en la Prelatura Mixepolitana de Oaxaca. Estuvo a prueba por cinco años más pero, como él mismo escribe, los planes de Dios no son los nuestros. Como Jesús, también él llegó a los pueblos o a las ciudades o al campo con la intención de hacer tocar al menos el borde del manto de Jesús. La acción misionera, que hoy no tiene fronteras, alcanza su meta precisamente cuando suscita el deseo de tocar a Jesús. Cualquiera que ha visto donde trabajaba el padre Armando, me reporta la impresión de un campo de trabajo misionero fatigosísimo, especialmente en los primeros tiempos. Bajo el aspecto de la sonrisa y del optimismo, que nunca lo abandonó, se ocultaba un auténtico espíritu misionero y una dedicación incansable a aquellas poblaciones nativas.

El vínculo que el padre Armando supo crear fue capaz de hacer emerger en los corazones la nostalgia de Dios y hacer que desearan una vida diferente. Escribió en una carta: Nosotros Misioneros somos ‘los centinelas’ que vigilamos, para garantizar que el ‘terrorismo espiritual’ no nos sorprenda para devorarnos (24 de noviembre de 2001). El mismo dice en otro escrito: los Misioneros somos ‘los centinelas’ que velan para que el ‘terrorismo espiritual’ no nos sorprenda y nos devore (24 de noviembre de 2001). Cuenta él mismo en otro escrito: Un hombre importante no aceptaba la visita del Padrecito. Y me hice amigo de él. Poco después, hallándose su vida en peligro, me acerqué a la cabecera de su lecho y, bondad de nuestro Señor, en calma y la serenidad recibió todos los consuelos religiosos de la Santa Madre Iglesia (24 de noviembre de 1996).

La misión en México lo ayudó a superar también muchas situaciones difíciles. Así lo relata en una de sus cartas: Tres individuos apuñalaron a un joven de 17 años. Nadie se osaba acercarse al chico por temor a los asesinos. Yo asumí la responsabilidad. Me acerqué. Levanté ligeramente su cabeza ensangrentada. Me encontré con él. Lo llamé por su nombre. Abre tus ojos. Me miró. En un esfuerzo supremo me gritó: ‘Padrecito, sácame de aquí’. Estaba vivo, pero el lunes 23 de diciembre Aristeo voló al cielo. El 25 de diciembre, Navidad del Señor, el funeral. Su último grito: ‘Sácame de aquí, Padrecito’, lo entregué a todos los jóvenes y lo sigo entregando. ‘Padre, hermano’, nos gritan los jóvenes, ‘sácanos de este abismo de muerte, de las drogas, del vicio, del materialismo, del vacío espantoso de los ideales y de los principios morales’ (Pascua 1997). En la pastoral misionera supo trabajar con personas difíciles. Quien estaba viviendo momentos críticos contaba con la compresión del padre Armando, porque él encontraba la manera de sacarlos adelante, evitando los dramas y los problemas más graves.

El catecismo era una de las actividades que más ocupaba al padre Armando y para confirmar esto en 2022 diez catequistas vinieron a Mestre a visitarlo. Así han escrito estos días: Su espíritu y su gran afecto por Jesús Sacramentado, María Auxiliadora y por Don Bosco dejó en todos nosotros una huella indeleble. Fue un regalo especial del Señor a nuestro grupo, porque estuvimos con Don Bosco en persona. En cuanto a la catequesis, sus cartas están llenas de recuerdos. Abrió escuelas para catequistas, inició la catequesis donde no la había, llevó a muchos al bautismo y en la Semana Santa de 2002 promovió el primer Sacerdote de la raza Chinanteca. Así escribe el Padre Armando: es un niño a quien bauticé en 1973. Después de casi 40 años de arduo trabajo, el Buen Dios concedió el primer Cura Chinanteco a esta Parroquia. El libro de Génesis escribe: En el principio Dios creó los cielos y la tierra. La tierra estaba desordenada y desierta y las tinieblas cubrían el abismo y el espíritu de Dios se movía sobre las aguas. Dios dijo: ‘¡Hágase la luz!’ Y hubo luz. Dios siguió llevando luz donde no la había a través del padre Armando. Y así la luz estaba allí donde antes de las siete la oscuridad cubría muchos corazones. Alejar a la gente de las sectas era una de sus grandes preocupaciones.

Su amor por la Congregación Salesiana lo encontramos en estas sus palabras: Perdóname Don Bosco, si exagero. Pero quiero confesarte que no recuerdo haber pasado un día triste o desanimado en la Congregación. Siempre he pedido a Don Bosco y a María Auxiliadora que mantengan mi corazón joven y alegre, siempre abierto a todo y a todos (informe del 22 de agosto de 2012).

Así escribe el padre Armando con estas palabras que sintetizan su vida salesiana y misionera: Queridos hermanos y amigos todos, lo que me importa es que desde ahora me ayuden a elevar el canto de alabanza y de agradecimiento a Dios y a la Virgen por todos estos dones. De parte mía no tengo motivo para exaltarme, sino sólo de manifestar siempre infinitas gracias. Lo que siempre he tratado de proponer ha sido y es permanecer siempre fiel a mi vocación de Misionero Salesiano, humilde hijo de Don Bosco, y permanecer fiel a la Santa Madre Iglesia Católica (carta del 24 de agosto de 2004).

Gracias Señor por el don del padre Armando y danos muchas otras vocaciones salesianas dedicadas a la misión evangelizadora de la Iglesia, capaces de hacer nacer en los jóvenes la nostalgia y el deseo de tocar a Jesús.

 

Elaboró el Padre Igino Biffi

Inspector INE

(Traducción al Español Ag. Coca Roura)

Fuente:

Biffi, I. (2023). Omelia Don Armando Stocco. OMELIA (08.05.1926 – 02.02.2023).