El siguiente texto es el breve perfil biográfico presentado por el padre Pier Luigi Cameroni, postulador General para la Causa de los Santos de la Familia Salesiana, e para describir la persona de Artémides Zatti y dar razón de segundo milagro atribuido a su persona, y que constituyo parte de los elementos para que fuera considerada su inscripción en el libro de los santos (Fuente ANS).

Artémides nació en Boretto (Reggio Emilia) el 12 de octubre de 1880, el tercero de 8 hermanos, su padre fue Luigi y su madre Albina. Una familia pobre, pero rica de fe y cariño. Obligada por la pobreza, la familia Zatti, a principios de 1897 (Artémides tenía 17 años), emigró a Argentina y se instaló en Bahía Blanca. Habrá otras “migraciones” en la vida de Artémides: la de Bahía Blanca a Viedma enfermo de tuberculosis viajando en un barco, cuando parece que todos sus sueños iban a desvanecerse; cuando migró del hospital de San Josè al hospital de San Isidro en una carroza adornada con flores y cantando.

En Bahía Blanca, el joven Artémides frecuentaba la parroquia de los salesianos donde era párroco el padre Carlo Cavalli. Artémides encuentra en él al padre y al director espiritual que lo guía a la vida salesiana. En Viedma se encontrará con el padre Evasio Garrone, quien lo invita a rezar a María Auxiliadora pidiendo su la curación, pero también le sugiere que le haga una promesa: "Si ella te cura, te dedicarás a estos enfermos toda tu vida". Artémides hace esta promesa con mucho gusto y se cura milagrosamente. Como salesiano coadjutor hizo su primera profesión el 11 de enero de 1908 y su profesión perpetua el 18 de febrero de 1911, convencido de que “a Dios se le puede servir como sacerdote y como coadjutor: una cosa puede ser tan válida para Dios como la otra, siempre que se haga con vocación y amor”.

El hospital será durante toda su vida el lugar donde ejercerá, día tras día, una caridad rica en la compasión del Buen Samaritano. Cuando despierta a los enfermos en las salas, su saludo característico es: "Buenos días". Viva Jesús, José y María… ¿Respiran todos?”.

Suele salir a la ciudad de Viedma con su bata blanca y bolso con las medicinas. Una mano en el manillar y en la otra el rosario. Lo hace todo gratis. Un campesino que quiere expresar su agradecimiento saludándolo le dice: “Muchas gracias, señor Zatti, por todo. Me despido de usted y le pido que le dé un cordial saludo a su esposa, aunque no tenga el placer de conocerla…”. “Yo tampoco”, responde Zatti, riéndose a carcajadas.

Artemide Zatti ama a sus enfermos, viendo y sirviendo en ellos al mismo Jesús. Un día le dice al asistente: "Una muda de ropa para Nuestro Señor...". Zatti busca lo mejor para sus asistidos porque “debemos dar lo mejor a Nuestro Señor”. Un pobre chico de campo necesita un vestido para su primera comunión y Artémides pide: "Un vestidito para Nuestro Señor".

Sabe conquistar a todos y con su equilibrio es capaz de resolver hasta las situaciones más delicadas. Uno de los médicos del hospital declarará: "Cuando vi al señor Zatti mi incredulidad vaciló". Y otro: “Creo en Dios desde que conocí al señor Zatti”.

En comunidad es él quien toca la campana, es él quien precede a todos los hermanos en las reuniones comunitarias. Como buen salesiano sabe hacer de la alegría un componente de su santidad. Siempre con una sonrisa agradable: así lo retratan todas las fotos.

En 1950 se cayó de una escalera y con motivo de este accidente se manifestaron los síntomas de un cáncer que él mismo lúcidamente se diagnosticó. Murió el 15 de marzo de 1951, rodeado del cariño y agradecimiento de la población de Viedma y de la Patagonia que desde ese momento comenzaron a invocarlo como intercesor ante Dios. La crónica del colegio salesiano de Viedma registra estas proféticas palabras: "Un hermano menos en casa y un santo más en el cielo”.

El milagro para la canonización

El milagro reconocido se refiere a la recuperación milagrosa de Renato, un filipino, que fue golpeado en agosto de 2016 por un "ictus isquémico del cerebelo derecho, complicado con una lesión hemorrágica masiva". Debido al empeoramiento de los síntomas y la aparición de dificultad para caminar, fue hospitalizado. En los días siguientes, al no haber mejoría, encontrándose desorientado y confundido en el lenguaje, fue trasladado a cuidados intensivos.

El hermano Roberto, salesiano coadjutor, consciente de la grave situación, comenzó a orar durante las vísperas comunitarias del día de ingreso, pidiendo la curación por intercesión del beato Artemide Zatti.

Posteriormente, un chequeo neuroquirúrgico aconsejó la necesidad de una intervención, no posible debido a la situación de pobreza de la familia. En consecuencia, los familiares decidieron traer a su pariente a casa para que pudiera pasar los últimos días de su vida con su familia. El moribundo recibió la unción de los enfermos y quiso a los familiares y parientes entorno de él para despedirse de ellos.

Roberto invitó a los familiares a unirse para rezar, invocando intensamente al Beato Artemide Zatti.

El 24 de agosto de 2016, contra todo pronóstico, Renato se quita el tubo y el oxígeno, llama a sus familiares diciendo que está bien y quiere bañarse y pide comer. Él era un hombre que fue llevado a casa para morir y después de unos días estaba sano!

Este milagro confirma el carisma de Artémides Zatti, llamado "el pariente de los pobres". De hecho, Artémides en su hospital de Viedma en Argentina, recibió y asistió a quienes no podían pagar los costos de los medicamentos y las hospitalizaciones.

El milagro no sucedió simplemente como una curación física. La gracia de Dios, en efecto, mientras sana los cuerpos toca el corazón y la vida de las personas, renovándolas en la fe, en las relaciones, en el testimonio de una vida nueva.

Un día uno de los médicos del hospital San José le preguntó: "Zatti, ¿estás contento?". "Mucho. ¿Y usted, doctor?”. "Yo no...". “Mire, todos llevamos la felicidad dentro de nosotros. Sea feliz y satisfecho con lo que tiene, sea poco o nada: esto es lo que el Señor quiere de nosotros. Él se encargará del resto”. Este es el deseo y el mensaje que el Sr. Zatti nos envía hoy a cada uno de nosotros.

Como escribió en una carta a su padre Luigi en 1908: “No seré yo a enumerar las gracias que tienes que pedir, lo sabes bien. Solo pongo una bajo tus ojos, y es el que todos podamos amar y servir a Dios en este mundo y luego disfrutarlo para siempre en el otro. ¡Vaya! ¡Qué dicha, pues, poder estar todos juntos, sin miedo a separarnos nunca!... ¡Oh, sí, tienen que pedir esta gracia! Y si alguna vez tenemos que sufrir algo, ¡paciencia!... en el cielo encontraremos la recompensa si hemos sufrido por amor a nuestro querido Jesús; y recordemos que los sufrimientos son momentáneos y el gozo es eterno!”.

Padre Pier Luigi Cameroni

Postulador General para la Causa de los Santos de la Familia Salesiana