Es este mes de julio desde el día 17, un grupo de jóvenes italianos del Movimiento Juvenil Salesianos (MJS), durante el periodo de vacaciones de verano, decidieron realizar una experiencia de voluntariado misionero cuyo destino inicial fue Ternópil, -ubicada en las orillas del río Seret-; y concluyeron en Lviv -Leópolis-, urbe cercana a la frontera con Polonia y Ucrania (Fuente: ANS).

Ellos recorrieron tres localidades, acompañados de salesianos de la Inspectoría Polonia-Cracovia, quienes les guiaron en un recorrido por etapas en un país asolado, donde esperaron llevar esperanza, se toparon con la inesperada presencia del amor de Dios, aún contra toda esperanza, e aquí parte del relato de la experiencia de esta misión humanitaria narrada por padre Francesco De Ruvo, Delegado inspectorial para la Pastoral Juvenil-Animación Misionera de la Circunscripción de Italia Central:

"Fuimos a Ucrania, más precisamente visitamos Leópolis, Bibrka y Ternopil. Nuestra experiencia fue de servicio al participar en la actividad de ayuda que los salesianos de Polonia dan a las realidades ucranianas. Nuestras expectativas eran de encontrar a un país gravemente herido por la guerra, pero a pesar de que las consecuencias de este conflicto se ven por todas partes a lo largo de las carreteras, hemos encontrado un pueblo que intenta vivir la vida cotidiana. La primera parada fue Ternopil, en el seminario greco-católico, donde nos recibieron con una calidez que nos dejó asombrados; poco después fuimos a Bibrka, donde también nos quedamos.

Allí tuvimos la oportunidad de interactuar un poco con algunos niños que participan en los “Verano para Jóvenes”, entre bailes, miradas y algunas palabras en ucraniano, polaco e inglés. Lo que más nos dejó impresionados fue la sensación de hogar que nos invadió enseguida, casi como si hubiéramos vivido allí desde siempre”.

Leópolis fue su última etapa, la cual resultó anímicamente más fuerte, según cometa el Padre De Ruvo:

 “Tuvimos la oportunidad de visitar 'Mariápolis', un pequeño complejo construido con edificios prefabricados, gracias a los salesianos, donde actualmente residen unas 300 personas desplazadas desde las regiones invadidas y que no tienen más un hogar.

La pregunta que resonaba dentro de nosotros al ver todo este dolor era: '¿Dónde está Dios?'. La respuesta fue más sencilla e inesperada de lo que esperábamos:

Dios estaba en la sonrisa desdentada de los niños pequeños que reían cada vez que hacíamos gestos típicamente italianos; estaba en el pequeño grupo de mujeres que se encontraron hablando en la mesa frente a su casa prefabricada; estaba en la plaza de Leópolis, tan llena de vida, pero atemorizada ante la perspectiva de un próximo ataque ruso.

Partimos de la idea de que llevaríamos el amor de Dios a los que más lo necesitaban y volvimos trayendo el amor de Dios que nos fue dado por estos últimos”.