La Solemne Misa con motivo de la festividad de María Auxiliadora, realizada el 24 de Mayo de 2022 en el Santuario Parroquial que lleva su nombre en la Ciudad de México, fue presidida por el Padre Ignacio Ocampo, y fue transmitida por redes sociales, les presentamos la transcripción de sus palabras durante la homilía :
Homilía del Padre Ignacio Ocampo Uribe, SDB, Inspector de México-México,
Fiesta de María Auxiliadora
(24 de mayo de 2022, Ciudad de México).
“Apareció una figura portentosa en el cielo, una Mujer vestida de sol, la luna por pedestal”, quienes comentan este texto de la palabra de Dios, dicen que los rasgos de la mujer podrían aplicarse en primer lugar a Israel, especialmente a esa institución de la sinagoga de la comunidad religiosa de la que nació el Mesías, pero también a nuestra Iglesia y también a la Santísima Virgen.
San Gregorio Magno aplicándolo a nuestra Iglesia decía que el sol representa la luz de la verdad, esa presencia, esa asistencia segura de Dios, sobre su iglesia, esas gracias eficaces que nos dan los sacramentos.
Esta imagen entonces quiere decir que en nuestra Iglesia estamos protegidos, estamos asistidos todos por Dios, por su verdad resplandeciente, sobrenatural. Y la Mujer tiene la luna bajo sus pies, porque con esta asistencia de Dios, la iglesia se sobrepone al brillo falso de los bienes de este mundo.
Que hermoso conocer, que hermoso creer que nuestra Iglesia es así, vestida de sol, del sol de la presencia de Dios y superadora con los medios sacramentales, de la seducción de lo perecedero y engañoso; ahora que nos estamos reencontrando presencialmente en estas celebraciones palpamos, yo creo, que todos sentimos la luz y la fuerza de Dios presente en los hermanos reunidos, presente en nuestra oración comunitaria, en la esperanza que es el ambiente que todos estamos respirando, en este gusto especial de estar nuevamente juntos, reconocernos y mirarnos como hermanos de una comunidad renovada.
(Video padre Urbano Rodríguez Higareda)
Bueno, san Bernardo aplicó esta misma imagen, especialmente a la Santísima Virgen que estamos hoy celebrando, e hizo notar que nuestra Madre aparece vestida de sol, como reflejo de esa intimidad profundísima, de lo mucho que penetró Ella como nadie, en la sabiduría, en la mente, en el corazón, en el misterio de Dios, por su fe y por su obediencia, y pisa la luna, imagen de lo incierto, imagen de lo inseguro, de lo que no tiene luz propia, porque Ella también, como la Iglesia, vence esa seducción engañosa de los bienes de este mundo.
Y qué hermoso es también mirar a la santísima Virgen, así hoy ella es modelo de cómo vivir hoy en nuestra Iglesia, con fe, con obediencia a Dios, en intimidad profunda con Él, pasando por encima de las luces falsas de este mundo, que si deslumbra desorientan y no pocas veces sacan del camino.
Yo creo que nosotros nos podemos imaginar, que preciosa y que privilegiada intimidad con Dios, tuvó y cultivó a nuestra Madre santísima, especialmente al criar y educar al Hijo mismo de Dios. Imagínense cómo ha crecido su corazón en intimidad con Dios, viendo crecer al Hijo de Dios. La página del santo Evangelio que escuchamos, ilustra la calidad la belleza de esa intimidad. Ella se limitó a exponer la necesidad de otros a su Hijo, y sin más ruegos, sin más argumentos, con confianza total, con intuición de madre, le dejó actuar a Jesús.
Yo me pregunto si nosotros tendremos esta confianza plena, para tornar simplemente nuestras necesidades, nuestros problemas y preocupaciones a nuestro Señor, y dejarlo actuar con grande desconfianza.
Pienso que algunos, yo el primero, lo reconozco, nos hemos consumado, tal vez, como cargadores de problemas, no nos tornamos con confianza a Jesús, nos los echamos encima, tal vez en el fondo porque nos asumimos como resolutotes, como los protagonistas, y aunque no podemos hacer nada, a lo mejor así nos quedamos, luciendo ante los demás nuestro cansancio, nuestro agobio, luciéndonos a nosotros, sin conducir a Jesús.
No menos puede pasar con los que nos asumimos agentes apostólicos, que todos buscamos según nosotros, encaminar a soluciones con nuestro conocimiento, con nuestro gusto, pero tal vez sin escuchar verdaderamente lo que Jesús dice, nos podemos volver, es cierto, trabajadores muy trabajadores, pero muy sordos, que hacen su querer pero no escuchan, ni obedecen la palabra de Cristo.
Hoy, creo queridos hermanos y hermanas, tenemos una oportunidad preciosa, de ser una comunidad renovada, mujeres y hombres cultivadores de la intimidad con Cristo, que pisan y se sobreponen a estos engaños mundanos, del lucimiento, del protagonismo que desplaza a Dios, y buscan colocarnos y mantenernos en el centro a nosotros.
Sólo miremos el origen de la advocación a la santísima Virgen, con que hoy la estamos celebrando, Ella es el Auxilio de los Cristianos, Ella, no nosotros, Ella auxiliado siempre a nuestra Iglesia, y por su poderosa intercesión, la fuerza de Dios ha vencido eficazmente sobre graves amenazas, sobre graves peligros que nos han asediado.
Haremos bien hoy, en presentarle nuestras necesidades y las de los otros, sí, como lo hizo la santísima Virgen a su Hijo Jesús, no echárnoslas encima, no cargarlas por desconfianza, o sutil afán de protagonismo, pero sobre todo hemos de seguir puntualmente la indicación, que Ella nos hace de manera tan clara, para toda la Iglesia: “haga lo que Él les diga”.
Una sociedad, un hogar, una familia carismática como nuestra Familia Salesiana, será mejor, se renovará con amor, con confianza, con intimidad, con obediencia a Dios Padre en Cristo. Como aquellos sirvientes de la bodas de Caná, también nosotros hagamos lo que Jesús nos dice, siguiendo la invitación, la indicación de la santísima Virgen, seremos testigos de que la santísima virgen intercede, media de manera eficaz, y de que su Hijo Jesús, siempre hace lo mejor, manifestando su Gloria y haciendo crecer la fe de los suyos, la fe de nosotros en Él.
Con confianza, con amor de hijos acudamos a Ella en esta su fiesta. Digamos juntos:
‘Dulce madre no te alejes, tu vista de nosotros no apartes, ven con nosotros a todas partes y solos nunca nos dejes, ya que nos protege tanto como verdadera Madre, que nos bendiga el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Amén’
‘María Auxilio de los cristianos’. Ruega por Nosotros.”
Con esta oración concluyó el padre Ignacio la Homilía.