El 27 de Julio de 2023, el padre Ángel Fernández Artime, Rector Mayor de los Salesianos, dio a conocer el tema y primer bosquejo de su ‘Strenna’ o Aguinaldo para el 2024 para la Familia Salesiana que se ha basado en el retomar, releer, reflexionar la identidad salesiana a partir del Sueño de los 9 años, hecho relatado en las Memorias del Oratorio de San Francisco de Sales escritas por el propio San Juan Bosco y que en 2024 cumplirá 200 años de este singular evento que marco su vida, vocación y misión, y su Sucesor ha anunciado un año de preparación donde se exhorta a un año para estudiar y profundizar tanto las Memorias del Oratorio como el sueño en sí mismo, el cual comenta a gozado releer.

A continuación presentamos el contenido del texto que ofreció el p. Fernández Artime.

Aguinaldo 2024

“El sueño que hace soñar”

Un corazón que transforma los ‘lobos’ en ‘corderos’

                  Se cumplen, en este año 2024, los 200 años del momento en el que Juanito Bosco, nuestro Don Bosco, tuvo el sueño conocido de modo muy familiar en toda la Familia Salesiana del mundo como el sueño de los nueve años. Y me parece que esta efeméride de los 200 años de un sueño que «condicionó, en todo, el modo de vivir y de pensar de Don Bosco. Y, en particular, el modo de sentir la presencia de Dios en la vida de cada uno y en la historia del mundo» [1], merece ser el argumento central del Aguinaldo de este año, y el tema que, en toda la Familia Salesiana, va a orientar tanto el año pastoral, como tantísimas intervenciones educativas y tantas acciones sociales y evangelizadoras en cualquier parte del mundo salesiano de esta gran familia que el Espíritu ha inspirado a nuestro padre.

               Como todos los años, por estas fechas, lo que ofrezco es solamente una pincelada, un primer borrador de lo que será la orientación que tendrá la redacción del Aguinaldo que se presentará a final de año. Debo hacerlo en estos días ya que en el hemisferio norte el año académico-educativo y pastoral comienza a partir del próximo mes de septiembre, y conocer la orientación que tendrá el Aguinaldo sin duda ayudará a más de uno. Ya desde ahora agradezco al grupo de hermanos que me han ayudado a pensar tanto el lema como la orientación posible de esta reflexión. También agradezco, como cada año, la aportación que recibo de la Consulta Mundial de la Familia Salesiana, celebrada en Valdocco en torno a la fiesta de María Auxiliadora, y donde hemos coincidido plenamente en la oportunidad de este tema, a los 200 años del sueño de los nueve años.

 - 1.- Y ACONTECIÓ UN SUEÑO… MUY ESPECIAL

 Así es, hace 200 años Juanito Bosco tuvo un sueño que lo «marcaría» por toda la vida, es decir, un sueño que dejaría en él un signo indeleble, hasta el punto de entender ¡solamente al final de su vida!, todo lo que aquel sueño significó.

 Son varias las narraciones que encontramos en la vida de Don Bosco sobre el sueño. Yo voy a hacer referencia a una muy significativa, y varios de los hermanos y hermanas expertos en salesianidad la valoran de modo muy particular ya que don Bosco narra el sueño de modo particular a don Barberis, pero en el año 1875 (el 2 de febrero), cuando contaba ya con 60 años, cuando había visto nacer la Congregación Salesiana (18 de diciembre de 1859), la Archicofradía de María Auxiliadora (18 de abril de 1869), el Instituto de las Hijas de María Auxiliadora (5 de agosto de 1872), y estaría por ver la luz la Pía Sociedad de Cooperadores Salesianos -según el nombre original dado por Don Bosco-, aprobada el 9 de mayo de 1876.

 El sueño, con su contexto narrativo, viene descrito de este modo:

 «Sueños singulares vinieron a alentar a don Bosco; le duraban toda la noche, como él mismo refirió por primera y última vez, a don Julio Barberis y a quien escribe estas páginas, el 2 de febrero de 1875. Había en estas misteriosas apariciones una maraña de cuadros que se repetían con variantes y cosas nuevas, pero siempre reproduciendo los sueños precedentes, y, a la vez, con otros aspectos simultáneos y maravillosos que convergían en un solo punto: el porvenir del Oratorio.

 

He aquí la narración de don Bosco:

 “Me pareció encontrarme en una extensa llanura cubierta por un número incontable de jóvenes. Unos reñían, otros blasfemaban. Aquí se robaba, allí se faltaba a la modestia. Una nube de piedras, lanzadas por bandos que se hacían la guerra, volaba por los aires. Eran muchachos abandonados por sus padres y de costumbres corrompidas. Estaba ya a punto de irme de allí, cuando vi a mi lado una Señora que me dijo: -Métete entre esos jóvenes y actúa. Me metí, pero ¿qué hacer? No había sitio donde colocar a ninguno; quería hacerles el bien: me dirigía a personas que estaban mirando desde lejos y que habían podido ayudarme mucho, pero nadie me hacía caso y ninguno me ayudaba. Me volví entonces a aquella Señora, la cual me dijo: -Aquí tienes un sitio; y me señaló un prado. »-Pero aquí, dije yo, no hay más que un prado.

Ella respondió: -Mi Hijo y los Apóstoles no tenían un palmo de tierra donde apoyar la cabeza. Empecé a trabajar en aquel prado, aconsejaba, predicaba, confesaba; pero veía que mi esfuerzo resultaba inútil para la mayoría, si no se encontraba un sitio cercado y con locales donde recogerlos y donde albergar a algunos totalmente abandonados por sus padres, desechados y despreciados por todo el mundo.

Entonces aquella Señora me llevó un poco más hacia allá, hacia el norte, y me dijo:

-¡Mira! Y vi una iglesia pequeña y baja, un patio chiquito y muchos jóvenes.

Reemprendí mi labor. Pero, resultando ya estrecha esa iglesia, recurrí de nuevo a Ella, y me mostró otra iglesia bastante más grande y con una casa al lado. Me llevó después un poco más allá, hasta un trozo de terreno cultivado, casi frente a la fachada de la segunda iglesia. Y añadió:

-En este lugar, donde los gloriosos mártires de Turín Adventor y Octavio sufrieron su martirio, sobre esta tierra bañada y santificada con su sangre, quiero que Dios sea honrado de modo especialísimo. Y así diciendo, adelantó un pie hasta ponerlo en el punto exacto donde tuvo lugar el martirio. Y me lo indicó con precisión. Quería yo poner una señal para encontrarlo cuando volviese por allí, pero no encontré nada: ni un palito, ni una piedra; con todo, lo fijé en la memoria con toda exactitud. Corresponde exactamente al ángulo interior de la capilla de los Santos Mártires, antes llamada de Santa Ana, del lado del Evangelio de la iglesia de María Auxiliadora. Mientras tanto, yo me veía rodeado de un número inmenso, siempre en aumento, de jóvenes; y mirando a la Señora, crecían los medios y el local; y vi, después, una grandísima iglesia, precisamente en el lugar en donde me había hecho ver que acaeció el martirio de los Santos de la legión Tebea, con muchos edificios alrededor y con un hermoso monumento en el medio.

Mientras sucedía todo esto, siempre soñando, tenía como colaboradores sacerdotes que me ayudaban en un principio, pero que después huían. Buscaba con grandes trabajos atraérmelos, y ellos se iban poco después y me dejaban solo. Entonces me volví de nuevo a aquella Señora, la cual me dijo: -¿Quieres saber cómo hacer para que no se te vayan más? Toma esta cinta y átasela a su cabeza. Tomé con reverencia la cinta blanca de su mano y vi que sobre ella estaba escrita una palabra: obediencia. Ensayé enseguida lo que la Señora me indicó y comencé a ceñir la cabeza de algunos de mis colaboradores voluntarios con la cinta y pronto vi un cambio grande y en verdad sorprendente. Este cambio se hacía cada vez más patente, según iba cumpliendo el consejo que se me había dado, ya que aquellos dieron de lado el deseo de irse a otra parte y se quedaron, al fin, conmigo. Así se constituyó la Sociedad Salesiana.

Vi, además, muchas otras cosas que no es ahora el caso de manifestároslas (parece que aludía a grandes acontecimientos futuros). Baste decir que, desde aquel tiempo, yo caminaba siempre sobre seguro; lo mismo respecto a los Oratorios, que, respecto a la Congregación, y sobre el modo de relacionarme con toda suerte de autoridades. Las grandes dificultades que habrán de sobrevenir, están todas previstas, y sé cómo hay que superarlas. Veo clarísimamente, con todo detalle, cuanto nos ha de suceder y marcho hacia adelante a plena luz. Fue precisamente después de haber visto iglesias, casas, patios, muchachos, clérigos y sacerdotes que me ayudaban y la manera de llevarlo todo adelante cuando empecé a hablar de todas esas cosas y a contarlas como si fueran realidad. Y por eso, muchos creían que yo disparataba y me tenían por loco».

De aquí, pues, partía su inquebrantable fe en el feliz éxito de su misión, su temeraria seguridad para afrontar toda clase de obstáculos, para lanzarse a empresas colosales, superiores a toda fuerza humana y conducirlas a feliz término» [2].

 Cuando tiene lugar este sueño Don Bosco es, como ya dije, un hombre maduro, ha vivido ya tantas cosas, ha afrontado tantas dificultades, ha visto por sí mismo lo que la Gracia y el Amor a la Virgen obraba en sus muchachos, ha visto tantos milagros de la Providencia, y ha sufrido no poco. Bien lo sabemos.

               En el sueño de los nueve años escrito por Don Bosco mismo en las Memorias del Oratorio [3] (composición que se inicia en 1873 y que seguirá hasta 1875), el sueño viene precedido por la muerte de su padre y por la gran carestía en la que vivía la familia, casi como diciéndonos, ya al inicio, que no nos debemos dejar desanimar por los dramas de la vida, puesto que estos pueden ser muchos, y Juan Bosco vivió muchos, pero es posible tener un sueño, un ideal que seguir, un norte al que apuntar. El mismo Don Bosco lo escribe desde las primeras líneas del manuscrito:

«¿Para qué puede servir, pues, este trabajo? Servirá de norma para superar las dificultades futuras, tomando lecciones del pasado; servirá para dar a conocer cómo Dios mismo guío siempre todos los sucesos; servirá de ameno entretenimiento para mis hijos, cuando lean los acontecimientos en los que tomó parte su padre y, con mayor gusto, cuando – llamado por Dios a rendir cuenta de mis actos – ya no esté entre ellos» [4].

 - 2.- UN AÑO Y UN AGUINALDO PARA ESTUDIAR Y PROFUNDIZAR LAS MEMORIAS DEL ORATORIO Y EL SUEÑO DE LOS NUEVE AÑOS

               Quizá sorprenda a más de uno que en estas pocas páginas en las que deseo ofrecer unas breves notas sobre lo que más adelante escribiré más ampliamente, me permita hacer esta invitación: la de aprovechar este año bicentenario del sueño para estudiar y profundizar las Memorias del Oratorio y el mismo sueño de los nueve años, pero hago esta invitación con profundo convencimiento. Yo mismo he gozado leyendo bastantes páginas antes de escribir estas notas y constatando, una vez más, que, en este ámbito de la salesianidad, de nuestra historia y de los fundamentos de nuestro carisma corremos el peligro de decir solamente algunos tópicos muy simplificados, y de repetir algunas generalidades. Un gran servicio que podemos ofrecernos y ofrecer a muchas personas, a la Familia Salesiana en el mundo, y a tantísimos laicos y jóvenes, muchachos y muchachas es, justamente, el de regalarnos algo consistente cuando presentemos cualquier reflexión acerca de este sueño.

               Y subrayo esto porque, como sabemos, las Memorias del Oratorio son un texto autobiográfico en el que Don Bosco recoge en una narración la historia del Oratorio de San Francisco de Sales, también sus vivencias personales, tanto de lo que ha acontecido, con un deseo de dejar a sus herederos espirituales una enseñanza preciosa para el futuro, junto a lo más esencial y profundo de aquellas vivencias, de aquel hacer educativo y espiritual que dio origen al nacimiento del Oratorio y de toda una historia llamada a ser continuada [5].

«Este rasgo ha sido destacado eficazmente por Pietro Braido, que acuñó la feliz expresión memorias de futuro, para resaltar el carácter de testamento, antes que de documento, que connota la narración de Don Bosco» [6].

  Al mismo tiempo percibimos que dicho sueño, que se coloca dentro de la arquitectura de las Memorias como un pilar que sostiene y da fundamento a otros muchos elementos de la narración de lo vivido por Don Bosco, significa también que «releyéndolo a posteriori de su posición de sacerdote y fundador, no puede sino entenderlo como una manifestación anticipadora y profética» [7].

Prescindo en este momento de hacer referencia a los personajes del sueño y a la estructura del mismo, al igual que a la tensión narrativa y a los movimientos diversos que se dan en el desarrollo del mismo sueño tal como nos ha sido entregado por Don Bosco. Esto se puede profundizar en diversos estudios muy profundos y serios de nuestros autores de salesianidad, algunos ya citados.

Tan solo hago un pequeño elenco de algunas características que sin duda vendrán desarrolladas (aunque sea de modo ágil, no como un estudio científico, sino como una invitación a traducirlo a la vida y carisma de la Congregación y la Familia Salesiana de hoy). Me refiero a aspectos como estos [8]:

 * La misión oratoriana que se evidencia ya en el sueño de los nueve años: La escena está llena de muchachos. Unos muchachos que realmente tienen un gran realismo en el transcurrir del sueño.

* Una llamada que parece imposible, inalcanzable. Juanito Bosco se despierta cansado, e incluso ha llorado, y es que cuando se trata de la llamada de Dios (el Señor Jesús en el sueño), la dirección que esta puede tomar es impredecible y desconcertante.

* La mediación materna de la Señora en el sueño (unido al misterio de nombre).

Para Juanito Bosco su madre y la Madre de aquel a quien saluda tres veces al día, será espacio de humanidad en el que descansar, en el que encontrar seguridad y amparo en los momentos más difíciles.

+ Y finalmente la fuerza de la mansedumbre y la docilidad (hoy diríamos al Espíritu de Dios). La fuerza que tiene en el sueño el mensaje de hacerse fuerte, humilde y robusto.

 

- 3.- MÁS ELEMENTOS QUE ESTARÁN PRESENTES EN EL DESARROLLO DE LA STRENNA (Aguinaldo)

Deseo recoger aquí otros elementos y aportaciones que he recibido ya sea de la reflexión de la consulta mundial de la Familia Salesiana 2023, como de nuestro grupo de trabajo. Sin duda son aspectos que de un modo u otro estarán presentes en la redacción final:

- En primer lugar, debemos tener cuidado de no presentar a Don Bosco como un ideal inalcanzable. Don Bosco es real y concreto con sus dificultades afrontadas paso a paso, con confianza y esperanza en el Resucitado y en la Auxiliadora.

- Seguramente tendremos que ver el sueño de los nueve años como profecía que hay que iluminar y actualizar; es sin duda un ejemplo de cómo la Palabra de Dios debe ser aceptada con humildad y confianza, sin prisa de querer alcanzar inmediatamente quién sabe qué resultados.

- Es más que evidente que acompañar a Don Bosco en la reflexión sobre el sueño de los nueve años es también subrayar la entrega de Don Bosco a la Providencia, «a su tiempo lo comprenderás todo».

- O como ya, una vez, ha declarado el Rector Mayor don Pascual Chávez en el Aguinaldo de 2012, sin duda tendremos que «enfrentar a los lobos» que quieren devorar el rebaño: el indiferentismo, el relativismo ético, el consumismo que destruye el valor de cosas y experiencias, las falsas ideologías...

- El sueño nos transporta a un hoy que es de máxima actualidad. El «no con golpes» del sueño nos interpela y hace más necesario que nunca nuestro modo de ir al encuentro de los jóvenes y de las jóvenes, porque siguen aumentando los discursos de odio y la violencia. Nuestro mundo está siendo cada vez más violento y nosotros, educadores y evangelizadores de los jóvenes, hemos de ser alternativa ante aquello que tanto angustiaba a Juanito en el sueño y que tanto nos duele a nosotros hoy.

- Y la Señora viene presentada como Maestra y como Madre. Es la mamá de ambos, del Señor majestuoso del sueño y del mismo Juanito; una mamá – me permito decirlo de modo parafraseado –, que tomándolo de la mano le dice:

* «Mira»: Qué importante es para nosotros saber mirar, y qué grave cuando nos somos capaces de «ver» a los jóvenes en su realidad, en lo que son (lo más auténtico y bello y lo más trágico y doloroso).

* «Aprende», es decir, hazte humilde, fuerte y robusto, porque vas a necesitar la sencillez (frente a tantas soberbias), y la fortaleza (frente a tanto que hay que enfrentar en la vida), y es robustez que es resiliencia (o capacidad de no dejarse abatir, de no desanimarse, de no dejar caer los brazos en señal de que nada se puede hacer ya).

* «Y ten paciencia», es decir, demos tiempo a todo y dejemos a Dios ser Dios.

4.- Y ES UN SUEÑO QUE HACE SOÑAR porque la perspectiva de fondo es la de no mirar el sueño solo como un proyecto vocacional entregado a Don Bosco sobre lo que sucedería en el futuro, sino mirar hacia atrás, viendo también las lágrimas de la misa en el ‘Sacro Cuore’ de Roma como una relectura de la propia vida viendo como el Señor es el protagonista, cómo tiene todo en manos, y cómo este sueño tiene algo interactivo con los sueños de los salesianos, sus hijos, de toda su Familia salesiana y, sobre todo, de los jóvenes.

 Y, en este sentido, el Sueño nos hace soñar y pensar quiénes somos y para quiénes somos hoy:

Cada elección de Don Bosco se inserta en el proyecto más grande: el proyecto de Dios sobre él (los sueños). Por lo tanto, ninguna elección para Don Bosco fue banal.

 

Muchos de nosotros ignoran que Dios tiene un sueño para cada uno, un proyecto ideado, deseado a medida para nosotros por Dios mismo. El secreto de la felicidad tan deseada es, precisamente, el encuentro y la correspondencia entre dos sueños: el nuestro y el de Dios.

+ Entender cuál es el sueño de Dios para nosotros es, en primer lugar, darse cuenta de que el Señor nos ha dado la vida porque nos ama a pesar de lo que somos, incluidos los límites. ¡Debemos creer, entonces, que Dios quiere hacer cosas grandes con cada uno de nosotros! Soy precioso porque, sin mí, hay algo que no se podrá realizar; personas que solo yo podré amar, palabras que solo yo podré decir, momentos que solo yo podré probar!

Dios habla de muchas maneras, hace grandes cosas con «instrumentos simples», también en lo profundo de nuestro corazón, a través de los sentimientos que se mueven dentro de nosotros, a través de la Palabra de Dios acogida con fe, profundizada con paciencia, interiorizada con amor, seguida con confianza.

+ Por eso es importante aprender a escucharse, a descifrar los movimientos internos, a dar voz a lo que se agita dentro de nosotros, a reconocer qué señales o «sueños» nos revelan la voz de Dios y cuáles son, en cambio, fruto de elecciones equivocadas.

En la vida, elegir, soñar, decidir, son cosas todas que implican asumir la responsabilidad de las consecuencias que esta elección conlleva. Todo esto produce ansiedad, incomodidad e incluso miedo.

+ Entre las expresiones que más recurren dentro de los textos bíblicos está seguramente «no temer». Predominantemente pronunciada por Dios o por uno de sus mensajeros, introduce, en la mayoría de los casos, una llamada de vocación, es decir, la invitación a la realización de un proyecto de vida que implique totalmente a la persona que lo recibe. Lo interesante es que a menudo precede o responde al sentimiento de miedo que invade al destinatario del mensaje. Esto nace de la percepción de inadecuación respecto a la misión propuesta.

+ En este sentido, qué fuerte es también esa feliz expresión del papa san Juan Pablo II a los jóvenes: «no tengáis miedo».

El «hazte humilde, fuerte y robusto» al que ya nos hemos referido sirve también para nosotros para superar la tentación de abandonar fácilmente los compromisos o de esperar que todo llueva desde lo alto sin la necesaria responsabilidad. Esto debe ser alejado con la fortaleza y desarmado con la humildad de quien es consciente de los propios límites, pero sabe también que puede contar con muchas potencialidades y con la constante presencia de Dios.

A menudo, los jóvenes son influenciados por los sueños de otros: ¿de los padres? ¿de los amigos o por los condicionamientos de la sociedad? Con la certeza de lo ya dicho sobre el hecho de que para cada uno de nosotros Dios tiene un sueño, un proyecto ideado, deseado a medida para nosotros por Dios mismo, entonces es necesario explorar con los mismos jóvenes sus sueños: la vida tiene un motivo para ser vivida y debemos creer en la belleza de lo que son; debemos abrirnos a deseos grandes como es grande el sueño de Dios sobre cada uno de los jóvenes y luchar para realizarlos.

+ Los jóvenes están llamados a convertirse en lo que son verdaderamente: ¡su identidad es la plenitud de vida que los llama a la santidad ya ahora!

Necesitamos a los demás para construirnos nosotros mismos y nuestro sueño. No podemos hacer discernimiento solos, es necesario fiarse y confiarse. Don Bosco de pequeño se entrega con confianza a la guía de una Maestra. Esto presupone naturalmente que hay guías sabias y evangélicamente inspiradas en las que podemos confiar. También en esto tendremos una buena tarea.

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[1] STELLA, PIETRO, Don Bosco nella storia della religiosità cattolica. I. Vita e opere, LAS, Roma 1979, 31s. Citado en BOZZOLO, ANDREA (coord..), I sogni di don Bosco. Esperienza spirituale e sapienza educativa. LAS, Roma, 2017, 211.

[2] MB II, 297-300 [MBe II, 229-231].

[3] Cf. «Memorias del Oratorio de san Francisco de Sales de 1815 a 1855», en INSTITUTO HISTÓRICO SALESIANO, Fuentes Salesianas. Don Bosco y su obra, Editorial CCS, 2015, 1061-1063.

[4] «Memorias del Oratorio de san Francisco de Sales de 1815 a 1855», 1058, citado en BOZZOLO, ANDREA (coord..), I sogni di don Bosco, o.c., 215.

[5] Cf. BOZZOLO, ANDREA (coord..), o.c., 214-215.

[6] BRAIDO, PIETRO, Scrivere “memorie” del futuro, RSS 11 (1992) 97-127, en BOZZOLO, ANDREA (coord.), o.c., 215.

[7] BOZZOLO, ANDREA (coord..), o.c., 216.

[8] Cf. BOZZOLO, ANDREA (coord..), o.c., 251-268.

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