Este miércoles 30 de noviembre, el Papa Francisco predicó a los fieles y peregrinos reunidos en la Plaza de San Pedro su décima Catequesis dedica al ciclo temático sobre el discernimiento, en la que aseveró que:'la auténtica consolación es una especie de confirmación'.

El sucesor de san Pedro explicó que debemos apartarnos de rutas o caminos equívocos, para esto debemos discernir los espíritus buenos de los malos, conociendo e identificando a la consolación verdadera, lo que podemos hacer mediante una lectura atenta de nuestro propio corazón, es decir, realizar un auténtico examen de conciencia, de tal modo que vayamos por los caminos de la vida que brindan alegría y paz (Fuentes: Vaticano, SPSS, Vatican News y Dicasterio para la Comunicación).

Además el Obispo de Roma destacó algunos ejemplos desde los textos de los ejercicios espirituales San Ignacio de Loyola, con los que puso de manifiesto cómo debemos entender y distinguir la consolación auténtica y verdadera, de la falsa, de tal modo que no nos engañemos al orar.

El santo Padre comentó que el fundador de los jesuitas subrayaba que el "camino de la consolación" se detalla y define cuando "el principio, el medio y el fin" de nuestros pensamientos, acciones y palabras se orientan hacia el bien. Pero cuando lo anterior se dirige hacia lo que no es bueno, a la autocomplacencia, aún en la oración, se trata de la influencia de un espíritu maligno, del demonio, ahí estará cuando nuestro pensamiento e imaginación tienden hacia las distracciones que agitan y quitan la paz, o nos pavoneamos ante Dios como el fariseo (Cfr. Lc 18, 9-14).

El santo Padre subrayó que el enemigo se disfraza a través de consolaciones falsas. Por el contrario cuando hacemos un buen examen de conciencia y reconocemos nuestro errores, y se manifiesta la acción y presencia del Espíritu Santo.

El Papa pidió la intercesión de los hermanos apóstoles en la fiesta de san Andrés:

En este día en que celebramos al hermano de san Pedro, el apóstol san Andrés, el Santo Padre elevó las siguientes plegarias: “Que este santo apóstol -San Andrés-, nos enseñe a buscar al Mesías en cada momento de nuestra vida y a anunciarlo con alegría a cuantos nos rodean ", expresó el Papa Francisco en español.

Y en italiano al concluir la audiencia: “Que la intercesión de los Santos Hermanos Apóstoles Pedro y Andrés conceda a la Iglesia gozar plenamente de su unidad y paz para el mundo entero, especialmente en este momento a la querida y martirizada Ucrania, siempre en nuestros corazones y en nuestras oraciones.”

Síntesis en español de la catequesis, a la que dio lectura el Santo Padre

"Queridos hermanos y hermanas:

Seguimos reflexionando sobre el discernimiento, y hoy nos preguntamos: ¿cómo se reconoce la consolación verdadera?, ¿cómo podemos saber si buscamos el bien verdadero o nos estamos engañando? San Ignacio de Loyola nos dice que cuando el principio, el medio y el fin de los pensamientos es bueno, y todo está orientado hacia el bien, es un signo del buen espíritu. En cambio, cuando los pensamientos no son buenos, nos distraen, nos agitan y nos quitan la paz, es un signo del mal espíritu.

El enemigo actúa de manera engañosa y solapada, por eso es importante examinar el origen y la verdad de nuestros pensamientos, confrontarlos y aprender de las experiencias para no repetir los mismos errores en el futuro. Darnos cuenta de lo que nos pasa es un indicio de que la gracia de Dios está trabajando en nosotros y nos ayuda a crecer en libertad interior. La consolación verdadera nos confirma en el camino que Dios quiere para nosotros, dándonos alegría y paz."

Saludos en nuestro idioma que el santo Padre dirigió a fieles y peregrinos:

"Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española. Hoy celebramos la fiesta de san Andrés, el hermano de Pedro. Que este santo apóstol nos enseñe a buscar al Mesías en cada momento de nuestra vida y a anunciarlo con alegría a cuantos nos rodean. Que Jesús los bendiga y la Virgen Santa los cuide. Gracias."

Video Vatican News

Décima Catequesis del Santo Padre sobre el discernimiento: ¿cómo podemos reconocer a la consolación verdadera?-La consolación

“Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Continuando nuestra reflexión sobre el discernimiento, y en particular sobre la experiencia espiritual llamada ‘consolación’, de la que hablamos el otro miércoles, nos preguntamos: ¿cómo podemos reconocer a la consolación verdadera? Es una pregunta muy importante para el buen discernimiento, para no ser engañados en la búsqueda de nuestro verdadero bien.

Podemos encontrar algunos criterios en un pasaje de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola. ‘Si en los pensamientos todo es bueno -dice San Ignacio- el principio, el medio y el fin, y si todo está orientado hacia el bien, esto es señal del ángel bueno. Puede darse a veces que en el curso de los pensamientos algo malo o que distrae o menos bueno que lo que el alma se había propuesto hacer previamente, o algo que debilita el alma, la inquieta, la perturba y le quita paz, le quita la tranquilidad y la calma que antes tenía: entonces esto es una clara señal de que esos pensamientos vienen de un espíritu maligno’ (n. 333). Porque es verdad: hay “verdadera constelación”, pero también hay consolaciones que no son verdaderas. Y para eso necesitamos entender bien el camino de la consolación: ¿cómo va y hacia dónde me lleva? Si me lleva a algo que no va bien, que no está bien, el consuelo no es real, es ‘finta’ –engaño-, digamos.

Y estos son indicios preciosos, que merecen un breve comentario. ¿Qué significa que el principio está orientado hacia el bien, como dice San Ignacio de una buena consolación? Por ejemplo, tengo el pensamiento de orar, y noto que va acompañado de afecto hacia el Señor y el prójimo, nos invita a hacer gestos de generosidad, de caridad: es un principio bueno. En cambio, puede suceder que surja ese pensamiento para evitar un trabajo o una tarea que me ha sido encomendada: ‘¡Cada vez que tengo que lavar los platos o limpiar la casa, tengo un gran deseo de ponerme en oración!’ sucede esto en los conventos. Pero la oración no es una evasión de los propios deberes, al contrario, es una ayuda para lograr el bien que estamos llamados a hacer, aquí y ahora. Esto es en un principio.

En seguida está el medio: San Ignacio dijo que el principio, el medio y el fin deben ser buenos. El principio es esto: quiero orar para no lavar los platos: ve, lava los platos y luego ve y ora. Luego está el medio, es decir, lo que viene después, lo que sigue a ese pensamiento. Permaneciendo con el ejemplo precedente, si me pongo a rezar y, como hace el fariseo de la parábola (Cf. Lc 18,9-14), tiendo a complacerme a mí mismo y a despreciar a los demás, quizás con un corazón resentido y ácido, entonces estas son señales de que el espíritu maligno usó ese pensamiento como llave de acceso para entrar en mi corazón y transmitirme sus sentimientos. Si voy a orar y me vienen a la mente aquello del famoso fariseo – ‘Te doy gracias, Señor, porque oro, no soy como los demás que no te buscan, no rezan’ – ahí, esa oración termina mal. Es una consolación al ‘orar’ para sentirse como un ‘pavo real’ ante Dios. Y eso es el ‘medio’ que funciona.

Y luego está el fin: el principio, el medio y el fin. El fin es un aspecto que ya hemos conocido, a saber: ¿adónde me lleva un pensamiento? Por ejemplo, a dónde me lleva el pensamiento de orar. Para ejemplo, aquí puede pasar que me empeño a fondo en una obra hermosa y digna, pero esto me empuja a no orar más, porque estoy ocupado con tantas cosas, me encuentro cada vez más agresivo y amargado, creo que todo depende de mí, al punto de perder la confianza en Dios. Evidentemente aquí está la acción del espíritu malo. Yo me pongo a orar, y entonces en la oración me siento omnipotente, que todo debe estar en mis manos porque soy el único, el único que sabe llevar las cosas adelante: evidentemente no hay buen espíritu ahí. Necesitamos examinar cuidadosamente el camino de nuestros sentimientos y el camino de los buenos sentimientos, de la consolación, en el momento cuando quiero hacer alguna cosa. Cómo es el principio, cómo es la mitad y cómo es el fin.

El estilo del enemigo: cuando hablamos del enemigo, hablamos del diablo, porque el demonio existe, ¡Ahí está! su estilo, lo sabemos, es presentarse de manera sutil, disimulada: parte de lo que está más cerca de nuestro corazón y luego nos atrae hacia él, poco a poco: el mal entra en secreto, sin que la persona se dé cuenta. Y con el tiempo la dulzura se convierte en dureza: ese pensamiento se revela tal como es verdaderamente.

De ahí la importancia de este paciente pero indispensable examen del origen y verdad de los propios pensamientos; es una invitación a aprender de las experiencias, de lo que nos pasa, para no continuar repitiendo los mismos errores. Cuanto más nos conocemos, nosotros más advertimos por dónde entra el mal espíritu, su ‘password’, las puertas de ingreso de nuestro corazón, que son los puntos en los cuales somos más sensibles, para prestarles atención en lo futuro. Cada uno de nosotros tiene los puntos más sensibles, los puntos más débiles de nuestra propia personalidad: y de ahí entra el mal espíritu y nos lleva por el camino equivocado, o nos aparta del verdadero camino correcto. Voy a orar pero me aleja de la oración.

Los ejemplos podrían multiplicarse como plazca, reflexionando sobre nuestros días. Por eso es tan importante el examen de conciencia cotidiano: antes de terminar el día, detente un poco. ¿Qué sucedió? No en los periódicos, no en la vida: ¿qué sucedió en mi corazón? ¿Mi corazón ha estado atento? ¿Ha crecido? ¿Era un camino que pasaba todo, sin mi conocimiento? ¿Qué sucedió en mi corazón? Y este examen es importante, es el esfuerzo precioso de releer lo vivido bajo un particular punto de vista. Darse cuenta de aquello que pasa es importante, es signo de que la gracia de Dios está trabajando en nosotros, ayudándonos a crecer en libertad y conciencia. No estamos solos: es el Espíritu Santo quien está con nosotros. Veamos cómo fueron las cosas.

El consolación auténtica es una especie de confirmación de que estamos cumpliendo aquello que Dios quiere de nosotros, que estamos caminando por sus caminos, es decir, por los caminos de la vida, de la alegría, de la paz. El discernimiento, en efecto, no se trata simplemente sobre el bien o sobre el mayor bien posible, sino en aquello que es bueno para mi aquí y ahora: sobre esto estoy llamado a crecer, poniendo límites a otras propuestas, atrayentes pero irreales, para no ser engañado en la búsqueda del verdadero bien.

Hermanos y hermanas, debemos entender, ir adelante en entender lo que sucede en mi corazón. Y para eso necesitamos un examen de conciencia, para ver qué esta sucediendo hoy. “Hoy me enojé ahí, no he hecho aquello…”: pero ¿por qué? Ir más allá del por qué es buscar la raíz de estos errores. “Pero, hoy estaba feliz pero estaba fastidiado porque debía ayudar a esa gente, pero al final me sentí pleno, pleno por aquella ayuda”: y ahí está al Espíritu Santo. Aprende a leer en el libro de nuestro corazón lo que ha sucedido durante el día. Hazlo, sólo dos minutos, pero te hará bien, te lo aseguro”.

Palabras de Santo Padre al concluir la Audiencias

Hoy celebramos la Fiesta del Apóstol San Andrés, hermano de Simón Pedro, Patrono de la Iglesia que está en Constantinopla, donde, como es costumbre, acudió una Delegación de la Santa Sede. Deseo expresar mi afecto particular a mi querido hermano el patriarca Bartolomé I ya toda la Iglesia de Constantinopla. Que la intercesión de los Santos Hermanos Apóstoles Pedro y Andrés conceda a la Iglesia gozar plenamente de su unidad y paz para el mundo entero, especialmente en este momento a la querida y martirizada Ucrania, siempre en nuestros corazones y en nuestras oraciones.”

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