La Audiencia General de la mañana del miércoles 24 de septiembre de 2025, se desarrollo en la Plaza de San Pedro, el Santo Padre León XIV, tras saludar en el Aula Pablo IV a algunos fieles que por su edad o situación de salud, tuvieron que permanecer bajo techo, y luego de hacerse presente en el papamóvil entre las miles de personas reunidas en la Plaza, brindándoles su saludo y bendición, el Papa paso al frente del techado colocado como de costumbre en el atrio de la Basílica Vaticana, desde donde pronunció su catequesis en italiano.

León XIV ha proseguido con el ciclo de reflexiones del Santo año Jubilar referentes a ‘Jesucristo, nuestra esperanza’, esta ocasión centró su meditación en el tema de la Pascua de Jesús. ‘Y en el Espíritu Santo partió a predicar el Evangelio también a las almas de los cautivos’ (1 Pedro 3,19).
Tras resumir su catequesis en diversos idiomas, el Santo Padre dirigió un saludo especial a los fieles presentes. A continuación, hizo un llamamiento a todos, todos los días del próximo mes de octubre, para rezar el Santo Rosario por la paz. La Audiencia General concluyó con el rezo del Padrenuestro y la Bendición Apostólica.
Saludo del Santo Padre en el Aula Pablo VI antes de presidir la Audiencia general
“¡Una bendición para todos ustedes!
Después pueden ver la Audiencia aquí en la pantalla, o también si quieren podrán salir, pero pensando en las previsiones del tiempo, era mejor venir aquí antes de comenzar la Audiencia General.
Así que, bendeciré a cada uno de ustedes que han venido esta mañana. Me alegra mucho estar con ustedes, ¡gracias por estar aquí! Ahora mismo hace sol fuera, pero dicen que va a llover, así que queremos que estén bajo techo. Por tanto, sin extenderme más, que Dios les bendiga a todos y que el Señor les dé mucha paz en sus corazones. ¡Gracias!”
Síntesis en español de la catequesis leída por el Papa
“Queridos hermanos y hermanas:
En esta catequesis continuamos contemplando el misterio del Sábado Santo, en el que todo parece inmóvil y de un silencio absoluto, concentrándonos en el descenso de Jesús a los infiernos. Lo que acontece es una acción salvífica. Cristo desciende a la profundidad de la muerte para llevar el anuncio de la Resurrección a todos los que yacían en tinieblas.
Este evento representa el gesto más profundo y radical del amor de Dios por la humanidad. Él ha querido buscarnos allí en los infiernos, es decir, en esa condición existencial en donde reina el dolor, la soledad, la culpa y la separación de Dios y de los demás. Cristo desciende allí para liberar también hoy a los que viven la muerte a causa del mal y del pecado, a los que viven el infierno cotidiano de la soledad, de la vergüenza, del abandono o del cansancio de la vida. Cristo entra en todas estas oscuras realidades no para juzgar, sino para liberar. No para culpabilizar, sino para salvar. Cristo desciende entre los muertos para manifestar el amor del Padre. Por tanto, no existe un pasado tan dañado o una historia irreparable que no pueda ser tocada por su misericordia.”
Saludos en español del Santo Padre a la asamblea:
“Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española. Queridos hermanos y hermanas, si a veces nos parece que hemos tocado fondo, recordemos que ese es el lugar desde el que Dios es capaz de comenzar una nueva creación hecha de corazones perdonados. Que Dios los bendiga. Muchas gracias.”
Anuncio de Papa tras la Catequesis
“Queridos hermanos y hermanas, el mes de octubre, ya cercano, en la Iglesia está dedicado particularmente al santo Rosario.
Por eso invito a todos, cada día del próximo mes, a rezar el Rosario por la paz, personalmente, en familia y en comunidad.
Además invito a quienes prestan servicio en el Vaticano a vivir esta oración en la Basílica de San Pedro, cada día, a las 19.00.
En particular, la tarde del sábado 11 de octubre, a las 18.00, lo haremos juntos en la plaza de San Pedro, en la Vigilia del Jubileo de la Espiritualidad Mariana, recordando también el aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II”
Video Vatican News
Catequesis general del Papa de acuerdo al Ciclo de catequesis - Jubileo 2025. Jesucristo, nuestra esperanza.
III. La Pascua de Jesús.
8. El descenso. ‘Y en el Espíritu fue a hacer su anuncio también a los espíritus que estaban prisioneros’ (1 P 3,19)
“Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
también hoy nos detenemos en el misterio del Sábado Santo. Es el día del Misterio pascual en el que todo parece inmóvil y silencioso, mientras que en realidad se cumple una invisible acción de salvación: Cristo desciende al reino de los infiernos para llevar el anuncio de la Resurrección a todos aquellos que estaban en las tinieblas y en la sombra de la muerte.
Este evento, que la liturgia y la tradición nos han entregado, representa el gesto más profundo y radical del amor de Dios por la humanidad. De hecho, no basta decir ni creer que Jesús ha muerto por nosotros: es necesario reconocer que la fidelidad de su amor ha querido buscarnos allí donde nosotros mismos nos habíamos perdido, allí donde se puede empujar solo la fuerza de una luz capaz de atravesar el dominio de las tinieblas.
Los infiernos, en la concepción bíblica, no son tanto un lugar, sino una condición existencial: esa condición en la que la vida está debilitada y reinan el dolor, la soledad, la culpa y la separación de Dios y de los demás. Cristo nos alcanza también en este abismo, atravesando las puertas de este reino de tinieblas. Entra, por así decir, en la misma casa de la muerte, para vaciarla, para liberar a los habitantes, tomándoles de la mano uno por uno. Es la humildad de un Dios que no se detiene delante de nuestro pecado, que no se asusta frente al rechazo extremo del ser humano.
El apóstol Pedro, en el breve pasaje de su primera Carta que hemos escuchado, nos dice que Jesús, vivificado en el Espíritu Santo, fue a llevar el anuncio de salvación también ‘a los espíritus encarcelados’ (1 Pe 3,19). Es una de las imágenes más conmovedoras, que no se encuentra desarrollada en los Evangelios canónicos, sino en un texto apócrifo llamado Evangelio de Nicodemo. Según esta tradición, el Hijo de Dios se adentró en las tinieblas más espesas para alcanzar también al último de sus hermanos y hermanas, para llevar también allí abajo su luz. En este gesto está toda la fuerza y la ternura del anuncio pascual: la muerte nunca es la última palabra.
Queridos, este descenso de Cristo no tiene que ver solo con el pasado, sino que toca la vida de cada uno de nosotros. Los infiernos no son solo la condición de quien está muerto, sino también de quien vive la muerte a causa del mal y del pecado. Es también el infierno cotidiano de la soledad, de la vergüenza, del abandono, del cansancio de vivir. Cristo entra en todas estas realidades oscuras para testimoniarnos el amor del Padre. No para juzgar, sino para liberar. No para culpabilizar, sino para salvar. Lo hace sin clamor, de puntillas, como quien entra en una habitación de hospital para ofrecer consuelo y ayuda.
Los Padres de la Iglesia, en páginas de extraordinaria belleza, han descrito este momento como un encuentro: entre Cristo y Adán. Un encuentro que es símbolo de todos los encuentros posibles entre Dios y el hombre. El señor desciende allí donde el hombre se ha escondido por miedo, y lo llama por nombre, lo toma de la mano, lo levanta, lo lleva de nuevo a la luz. Lo hace con plena autoridad, pero también con infinita dulzura, como un padre con el hijo que teme que ya no es amado.
En los iconos orientales de la Resurrección, Cristo es representado mientras derriba las puertas de los infiernos y, extendiendo sus brazos, agarra las muñecas de Adán y Eva. No se salva solo a sí mismo, no vuelve a la vida solo, sino que lleva consigo a toda a la humanidad. Esta es la verdadera gloria del Resucitado: es poder de amor, es solidaridad de un Dios que no quiere salvarse sin nosotros, sino solo con nosotros. Un Dios que no resucita si no es abrazando nuestras miserias y nos levanta de nuevo para una vida nueva.
El Sábado Santo es, por tanto, el día en el que el cielo visita la tierra más en profundidad. Es el tiempo en el que cada rincón de la historia humana es tocado por la luz de la Pascua. Y si Cristo ha podido descender hasta allí, nada puede ser excluido de su redención. Ni siquiera nuestras noches, ni siquiera nuestros pecados más antiguos, ni siquiera nuestros vínculos rotos. No hay pasado tan arruinado, no hay historia tan comprometida que no pueda ser tocada por su misericordia.
Queridos hermanos y hermanas, descender, para Dios, no es una derrota, sino el cumplimiento de su amor. No es un fracaso, sino el camino a través del cual Él muestra que ningún lugar está demasiado lejos, ningún corazón demasiado cerrado, ninguna tumba demasiado sellada para su amor. Esto nos consuela, esto nos sostiene. Y si a veces nos parece tocar el fondo, recordemos: ese es el lugar desde el cual Dios es capaz de comenzar una nueva creación. Una creación hecha de personas que se han vuelto a levantar, de corazones perdonados, de lágrimas secadas. El Sábado Santo es el abrazo silencioso con el que Cristo presenta toda la creación al Padre para volver a colocarla en su diseño de salvación.”
Llamamiento del Papa León XIV:
“Hoy, en Bilki, Ucrania, se proclama beatificado el sacerdote Pedro Pablo Oros, de la Eparquía de Mukachevo, asesinado en 1953 por odio a la fe. Cuando la Iglesia greco-católica fue proscrita, permaneció fiel al Sucesor de Pedro y continuó ejerciendo su ministerio con valentía en la clandestinidad, consciente de los riesgos. Invocamos la intercesión de este nuevo beato para que obtenga para el querido pueblo ucraniano una valiente perseverancia en la fe y la esperanza, a pesar de la tragedia de la guerra.
Doy una cordial bienvenida a los fieles de lengua italiana, especialmente a los de las siguientes diócesis: Latina-Terracina-Sezze-Priverno, con el obispo Mariano Crociata; Acerenza, con el arzobispo Francesco Sirufo; Vicenza, con el obispo Giuliano Brugnotto. Queridos amigos, esforcémonos por arraigarnos en la escucha de la Palabra de Dios y en la oración personal y comunitaria. Así, en las fuentes mismas de la espiritualidad, podrán encontrar la energía y la luz para caminar con vigor hacia un testimonio cristiano más incisivo.
Saludo también al grupo de Renovación en el Espíritu de la Diócesis de Salerno-Campagna-Acerno, al Vicariato de Fossombrone, a los soldados de la 46.ª Brigada Aérea de Pisa, a la Federación Autónoma de Banqueros Italianos y a la Orden de Profesiones de Enfermería de Arezzo.
Finalmente, mi pensamiento se dirige a los jóvenes, los enfermos y los recién casados. Que Cristo, Puerta Santa que nos conduce al Padre, esté siempre en el centro de sus vidas, para que sean testigos convencidos y gozosos de su amor.”
(Fuente: OPSS, Vatican News, Vatican Media y Dicasterio para la Comunicación)



