Al medio día de este 23 de Julio de 2023 , desde la ventana de su estudio en el Palacio Vaticano, el Santo Padre Francisco habló a los fieles y peregrinos reunidos en la Plaza de San Pedro y a su audiencia de los diversos medios y redes sociales, respecto al pasaje del Evangelio del día, donde san Mateo no relata cuando Jesús presenta la parábola acerca ‘el trigo y la cizaña’ (Mt 13,24-43) (Fuentes: Vaticano, SPSS, Vatican News, Vatican Media y Dicasterio para la Comunicación).
El Papa destaca que Jesús al referirse al agricultor que siembra buena semilla y el enemigo que de noche agrega cizaña nos muestra como en el mundo coexisten el bien y el mal, el cristiano ante esto no debe de actuar con ánimo destructivo ni precipitadamente, pues pueden ser peores los efectos de esta forma de actuar. Además el Papa destaco que hay otro campo de limpieza en que si podemos intervenir que es nuestro propio corazón a través del examen de conciencia.
Enfatizó que un tercer campo al que apresuradamente se tiende a querer limpiar es el de los vecinos, de los cercanos, sin embargo esto está lejos de ser conveniente, por lo que pidió a nuestra Madre Santa María su interceder por nosotros para cultivar el siempre precioso tesoro de la paciencia.
Al concluir el rezo del Ángelus, el Papa destacó que este domingo se celebra la Jornada Mundial de los abuelos y los ancianos, y que faltaban pocos días para la Jornada Mundial de la Juventud, e imploró a Dios para que ambas jornadas sirvieran para establecer una alianza intergeneracional.
Él santo Pontífice reiteró su llamado a orar por Ucrania –en especial por los reciente ataques a Odesa- , e hizo una enérgica exhortación para el urgente a la protección del medio ambiente –el cuidado de la Casa Común-, pues ante el cambio climático se han dado altas temperaturas y desencadenado fenómenos meteorológicos diversos; rezó particularmente por Corea del Sur asolada por inundaciones.
También hizo un fuerte llamamiento a los gobiernos de países europeos a procurar la protección de los migrantes africanos que quedan atrapados entre el inclemente desierto o en el mediterráneo para que este no sea un escenario de “muerte e inhumanidad”.
Comentario del Papa al Evangelio: El Trigo y la cizaña:
“Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
El Evangelio de hoy nos ofrece la parábola del trigo y la cizaña (Cfr.Mt 13,24-43). Un agricultor, que ha sembrado buena semilla en su campo, descubre que un enemigo de noche ha sembrado en él cizaña, una planta de aspecto muy parecido al trigo, pero infectada.
De este modo, Jesús habla de nuestro mundo, que en realidad es como un gran campo, donde Dios siembra trigo y el maligno cizaña, y así el bien y el mal crecen juntos. El bien y el mal crecen juntos. Lo vemos en las noticias, en la sociedad, y también en la familia y también en la Iglesia. Y cuando, junto al trigo bueno, vemos malas hierbas, nos dan ganas de arrancarlas inmediatamente, de hacer ‘limpieza total’ de inmediato. Pero el Señor nos advierte hoy que es una tentación hacer esto: no podemos crear un mundo perfecto y no podemos hacer el bien destruyendo precipitadamente lo que está mal, porque esto tiene efectos peores: acabamos -como se dice- ‘tirando el niño junto con el agua sucia’.
Hay, sin embargo, un segundo campo en el que podemos limpiar: es el campo de nuestro corazón, el único en el que podemos intervenir directamente. También allí hay trigo y cizaña, de hecho, es desde allí desde donde ambos se extienden al gran campo del mundo. Hermanos y hermanas, nuestro corazón, en efecto, es el campo de la libertad: no es un laboratorio aséptico, sino un espacio abierto y, por tanto, vulnerable. Para cultivarlo adecuadamente, es necesario, por una parte, cuidar constantemente los delicados brotes de bondad y, por otra, identificar y erradicar las malezas, en el momento justo. Así pues, miremos en nuestro interior y examinemos un poco que ocurre, lo que crece en mí. Que está creciendo en mi de bien y de mal. Existe un hermoso método para hacerlo: aquello que se llama el examen de conciencia, que es ver qué sucede hoy en mi vida, qué me impactó en el corazón y qué decisión tomé. Y esto sirve precisamente para verificar, a la luz de Dios, donde están las hierbas malas y donde la semilla buena.
Vatican News
Después del campo del mundo y del campo del corazón hay un tercero campo. Podemos llamarlo el campo del vecino. Son las personas con las que nos relacionamos, que frecuentamos cada día y a las que juzgamos a menudo. ¡Qué fácil nos resulta reconocer su cizaña! ¡Y qué difícil es, en cambio, ver el buen trigo que crece! ¡Cómo nos gusta ‘despellejar’ a los demás...! Recordemos, sin embargo, que si queremos cultivar los campos de la vida, es importante buscar ante todo la obra de Dios: aprender a ver en los demás, en el mundo y en nosotros mismos la belleza de lo que el Señor ha sembrado, el trigo besado por el sol con sus espigas doradas. Hermanos y hermanas, Pedimos la gracia de poder verla en nosotros mismos, pero también en los demás, empezando por los que están cerca de nosotros. No es una mirada ingenua, es una mirada creyente, porque Dios, el agricultor del gran campo del mundo, ama ver lo bueno y hacerlo crecer hasta hacer de la siega una fiesta.
Por eso, también hoy podemos hacernos algunas preguntas. Pensando en el campo del mundo: ¿Yo sé vencer la tentación de ‘hacer de cada hierba un montón’, de hacer ‘limpieza total’ de los demás con mis juicios? Luego, pensando en el campo del corazón: ¿soy honesto para buscar las malas plantas que hay en mí y decidido arrojarlas al fuego de la misericordia de Dios? Y, pensando en el campo del prójimo: ¿tengo la sabiduría de ver lo bueno sin desanimarme por las limitaciones y la lentitud de los demás?
Que la Virgen María nos ayude a cultivar con paciencia lo que el Señor siembra en el campo de la vida, en mi campo, en el campo de mi vecino, en el campo de todos.”
Palabras después del rezo del Ángelus
“Queridos hermanos y hermanas
Hoy, mientras muchos jóvenes se preparan para partir a la Jornada Mundial de la Juventud, nosotros celebramos el Día Mundial de los Abuelos y de los Ancianos. Por eso me acompañan un nieto y una abuela. ¡Aplaudamos a los dos! Que la proximidad entre las dos Jornadas sea una invitación a promover una alianza entre las generaciones, que es muy necesaria, porque el futuro se construye juntos, en el intercambio de experiencias y en el cuidado mutuo entre jóvenes y mayores. No los olvidemos. ¡Y aplaudamos a todos los abuelos y abuelas! ¡Fuerte!
Estamos viviendo, aquí y en muchos países, fenómenos climáticos extremos: por un lado, diversas regiones se ven afectadas por olas de calor anormales e incendios devastadores; por otro, en no pocos lugares se producen aguaceros e inundaciones, como los que han azotado Corea del Sur en los últimos días: estoy cerca de quienes sufren y de quienes asisten a las víctimas y a los desplazados. Y, por favor, renuevo mi llamamiento a los dirigentes de las naciones para que hagan algo más concreto para limitar las emisiones contaminantes: es un reto urgente e inaplazable, concierne a todos. ¡Protejamos nuestra casa común!
Y ahora me gustaría llamar la atención sobre el drama que siguen viviendo los emigrantes en el septentrión de África. Miles de ellos, en medio de un sufrimiento indecible, llevan semanas atrapados y abandonados en zonas desérticas. Hago un llamamiento, en particular a los Jefes de Estado y de Gobierno europeos y africanos, para que socorran y ayuden urgentemente a estos hermanos y hermanas. Que el Mediterráneo no sea nunca más teatro de muerte e inhumanidad. Que el Señor ilumine las mentes y los corazones de todos, suscitando sentimientos de fraternidad, solidaridad y acogida.
Y sigamos rezando por la paz, especialmente por la querida Ucrania, que sigue sufriendo muerte y destrucción, como desgraciadamente ha vuelto a ocurrir esta noche en Odessa.
Les saludo a todos, romanos y peregrinos de Italia y de muchos países, especialmente a los de Brasil, Polonia, Uruguay... ¡Son muchos! También a los estudiantes de Buenos Aires y a los fieles de la diócesis de Legnica, en Polonia. Saludo también al grupo ciclista ‘Cuarenta años después’, de Cogorno, a los participantes en la iniciativa ‘Pedalear por la Paz’ y a los niños acogidos por algunas comunidades del Lacio.
Les deseo a todos un buen domingo y, por favor, no se olviden de rezar por mí. Y recen también por esta abuela y su nieto, y con todos los abuelos y nietos.
Que tengan un buen almuerzo y hasta pronto.”