Al medio día del tercer Domingo de Pascua de 2023, desde su estudio en el palacio pontificio, el Papa Francisco ofreció su comentario al Evangelio del día (Lc 24,13-35), tanto a los fieles y peregrinos reunidos en la Plaza de San Pedro, como a quienes le escuchan o ven a través de los medios y de las redes sociales. El santo padre Francisco destacó que hoy como en aquel entonces es necesario releer nuestra historia completa junto a Jesús, y que es necesario contarle todo sobre nosotros: cuestionamientos preocupaciones, desilusiones y esperanzas, es decir, hablarle con confianza y sin temor, para que Él vuelva a encender nuestros corazones, pues también somos como los discípulos de Emaús y necesitamos que Cristo permanezca con nosotros. Además el Papa Francisco propuso un ejercicio diario para hablar con Jesús a modo de examen de conciencia. (Fuentes: Vaticano, SPSS, Vatican Media, Vatican News y Dicasterio para la Comunicación).
En sus palabras tras el rezo del Regina Caeli, dio gracias a Dios por algunas recientes beatificaciones. Asimismo hizo un llamamiento por el cese de la violencia en Sudán. También habló sobre su próximo viaje apostólico a Hungría y agradeció los preparativos ante su inminente llegada, e insistió en orar por ‘hermanos y hermanas ucranianos, todavía afligidos por la guerra’.
Comentario del Papa Francisco del Evangelio de Lucas sobre el encuentro de Jesús con los discípulos que se dirigían hacia Emaús
“Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En este tercer domingo de Pascua, el Evangelio narra el encuentro de Jesús resucitado con los discípulos de Emaús (cfr. Lc 24,13-35). Se trata de dos discípulos que, resignados ante la muerte del Maestro, el día de Pascua deciden abandonar Jerusalén y volver a casa. Quizá estaban un poco inquietos porque habían escuchado a las mujeres que venían del sepulcro y decían que lo habían encontrado vacío… Mientras caminan tristes hablando de lo sucedido, Jesús se les acerca, pero ellos no lo reconocen. Él les pregunta por qué están tan tristes, y ellos exclaman: ‘¡Tú eres el único forastero en Jerusalén que ignora lo que pasó en estos días!’ (v. 18). Y Jesús pregunta de nuevo: ‘¿Qué ha ocurrido?’ (v. 19). Ellos le cuentan toda la historia, Jesús les hace contar lo sucedido. Luego, mientras caminan, les ayuda a releer los hechos de modo diverso, a la luz de las profecías, de la Palabra de Dios, de todo lo que había sido anunciado al pueblo de Israel. Releer: esto es lo que Jesús hace con ellos, ayudarles a releer. Detengámonos en este aspecto.
En efecto, también para nosotros es importante releer nuestra historia junto a Jesús: la historia de nuestra vida, de un cierto periodo, de nuestras jornadas, con las desilusiones y las esperanzas. También nosotros, como aquellos discípulos, podemos encontrarnos perdidos en medio de los acontecimientos, solos y sin certezas, con muchas preguntas y preocupaciones, con desilusiones, muchas cosas. El Evangelio de hoy nos invita a contarle todo a Jesús con sinceridad, sin temer molestarlo –Él nos escucha-, sin tener miedo de decir algo equivocado, sin avergonzarnos de lo que nos cuesta comprender. El Señor está contento cuando nos abrimos a Él; solo de este modo puede tomarnos de la mano, acompañarnos y hacer que vuela a arder nuestro corazón (cfr. V. 32). También nosotros, como los discípulos de Emaús, estamos llamados a dialogar con Jesús, para que, al atardecer, Él se quede con nosotros (cfr. V. 29).
Existe un buen modo para hacer esto, y hoy quisiera proponéroslo: consiste en dedicar un tiempo, cada noche, a un breve examen de conciencia. ¿Qué ha pasado hoy dentro de mí? Esta es la pregunta. Se trata de releer la jornada con Jesús: abrirle el corazón, llevarle las personas, las decisiones, los miedos, las caídas, las esperanzas, todas las cosas que han sucedido; para aprender gradualmente a mirar las cosas con ojos diversos, con sus ojos y no solo con los nuestros. Así podremos revivir la experiencia de aquellos dos discípulos. Ante el amor de Cristo, incluso lo que nos parece fatigoso e inútil puede aparecer bajo otra luz: una cruz difícil de abrazar, la elección de perdonar una ofensa, una victoria no alcanzada, el cansancio del trabajo, la sinceridad que cuesta, las pruebas de la vida familiar… nos aparecerán bajo una luz nueva, la luz del Crucificado Resucitado, que sabe transformar cada caída en un paso adelante. Pero para hacer esto es importante quitar las defensas: dejar tiempo y espacio a Jesús, no esconderle nada, llevarle las miserias, dejarse herir por su verdad, permitir que el corazón vibre con el aliento de su Palabra.
Video Vatican News
Podemos comenzar hoy dedicando esta noche un momento de oración durante el que preguntarnos: ¿Cómo ha sido mi jornada? ¿Cuáles han sido las alegrías, las tristezas, las cosas aburridas, cómo ha ido, qué ha pasado? ¿Cuáles han sido las perlas de la jornada, quizá escondidas, por las que dar gracias? ¿Ha habido un poco de amor en lo que he hecho? ¿Y cuáles son las caídas, las tristezas, las dudas y los miedos que he de llevar a Jesús para que me abra vías nuevas, me conforte y me anime?
Que María, Virgen sapiente, nos ayude a reconocer a Jesús que camina con nosotros y a releer –la palabra: re-leer- ante Él cada día de nuestra vida.”
Palabras del Santo Padre tras el rezo del Regina Caeli
“Queridos hermanos y hermanas:
Ayer, en París, fueron beatificados Enrique Planchat, sacerdote de la Congregación de San Vicente de Paúl; y Ladislao Radigue y tres compañeros sacerdotes de la Congregación de los Sagrados Corazones de Jesús y María. Pastores animados por el celo apostólico, están unidos en el testimonio de la fe hasta el martirio, que padecieron en París en 1871 durante la llamada Comuna de París. ¡Un aplauso para los nuevos beatos!
Ayer se celebró la Jornada Mundial de la Tierra. Espero que el compromiso por el cuidado de la creación vaya siempre unido a una solidaridad efectiva con los más pobres.
La situación en Sudán sigue siendo grave, desgraciadamente; por eso, renuevo mi llamamiento para que cese cuanto antes la violencia y se retome la vía del diálogo. Invito a todos a rezar por nuestros hermanos y hermanas sudaneses.
Hoy se celebra la 99ª Jornada de la Universidad del Sacro Cuore, sobre el tema 'Por amor al conocimiento. Los desafíos del nuevo humanismo'. Le deseo al mayor Ateneo católico italiano que afronte estos desafíos con el espíritu de los fundadores, en especial de la joven Armida Barelli, proclamada Beata hace un año.
El próximo viernes viajaré a Budapest, en Hungría, donde estaré tres días para completar el viaje que realicé en 2021 con ocasión del Congreso Eucarístico Internacional. Será una oportunidad para volver a abrazar a una Iglesia y a un pueblo muy queridos. Será también un viaje al centro de Europa, sobre la que siguen soplando gélidos vientos de guerra, mientras que los desplazamientos de tantas personas ponen en el orden del día urgentes cuestiones humanitarias. Pero ahora deseo dirigirme con afecto a ustedes, hermanos y hermanas húngaros, a la espera de visitarlos como peregrino, amigo y hermano de todos, y de saludar, entre otros, a sus autoridades, a los obispos, los sacerdotes, los consagrados, los jóvenes, los universitarios y los pobres. Sé que están preparando con mucho esfuerzo mi visita: se los agradezco de corazón. Pido a todos que me acompañen con la oración en este viaje.
Y no olvidemos a nuestros hermanos y hermanas ucranianos, todavía afligidos por la guerra.
Les saludo cordialmente a todos ustedes, romanos y peregrinos de Italia y de muchos países -veo tantas banderas de tantos países-, especialmente a los de Salamanca y a los estudiantes de Albacete, así como a la agrupación Veneto-Trentina del Cuerpo de Socorro de la Orden de Malta.
Saludo a los fieles de Ferrara, Palermo y Grumello del Monte; a la comunidad de la Escuela Diocesana de Lodi; a los jóvenes de diversos pueblos de las diócesis de Alba, Bérgamo, Brescia, Como y Milán; a los jóvenes de Confirmación de muchas parroquias italianas; a los alumnos del Instituto Sagrado Corazón de Cadoneghe; a la cooperativa 'Volœntieri' de Casoli y al grupo 'Mototurismo' de Agna.
Les deseo a todos un feliz domingo; y, por favor, no olviden rezar por mí. ¡Buen almuerzo y hasta la vista!”