El Santo Padre Francisco comentó el Evangelio de San Marcos (Mc 5,21-43), proclamado el domingo 30 de junio de 2024, jornada en que concluyó el mes dedicado al Sagrado Corazón de Jesús, se trata de una lectura referente a dos milagros que realizó Jesús en un mismo día: una sanación -la mujer con sangrado- y una resurrección -la hija de Jairo- (Fuentes: Vaticano, OPSS, Vatican News y Vatican Media).

Como de costumbre el Papa Francisco se hizo ver desde la ventana de su estudio en el Palacio Apostólico a fin de dirigir y presidir el rezo del Ángelus, en el cual participaron cerca de 15 mil fieles y peregrinos congregados en la Plaza de San Pedro. El Santo Padre puso el acento en el acto del contacto físico que Cristo protagoniza, en ambos milagros –explicó el santo pontífice- se entreve una situación de “impureza”, ante la que Jesús “desafía una concepción religiosa equivocada” pues se deja tocar y no tiene miedo de tocar, Él no hace distinciones ni separaciones de personas, al mostrar y manifestar la misericordia de Dios a sus hijos; el sucesor de san Pedro explicó que la impureza sólo proviene de un corazón impuro, y aquella personas había actuado con una grande fe y esperanza.

El Papa puso de realce que “... Jesús nos entrega: Dios es el que te toma de la mano y te levanta, el que se deja tocar por tu dolor y te toca para curarte y darte de nuevo la vida. Él no discrimina a nadie porque ama a todos.”

En sus palabras tras el rezo del Ángelus el Santo Padre el Papa, después de invocar al Sagrado Corazón de Jesús, reitero su llamado a orar por la paz en favor la martirizada Ucrania, Palestina, Israel, Myanmar y los muchos países y regiones de mundo afectados por los conflictos bélicos.

 

Comentario del Papa Francisco antes de pronunciar el Ángelus

Queridos hermanos y hermanas, ¡feliz domingo!

El Evangelio de la liturgia de hoy nos relata dos milagros que parece que están entrelazados entre sí. Mientras que Jesús va a casa de Jairo, uno de los responsables de la sinagoga, porque su hija pequeña está gravemente enferma, por el camino una mujer con hemorroísa le toca la túnica y Él se detiene para sanarla. Mientras tanto, anuncian que la hija de Jairo ha muerto, pero Jesús no se detiene, llega a la casa, va a la habitación de la pequeña, la toma de la mano y la levanta, devolviéndola a la vida (Mc 5,21-43). Dos milagros, uno de curación y otro de resurrección.

Estas dos curaciones se relatan en un único episodio. Ambas suceden a través del contacto físico. De hecho, la mujer toca la túnica de Jesús y Jesús toma de la mano a la pequeña. ¿Por qué motivo es importante ‘tocar’? porque estas dos mujeres – una porque tiene pérdidas de sangre y la otra porque está muerta – se consideran impuras y por lo tanto con ellas no puede haber contacto físico. Y, en cambio, Jesús se deja tocar y no teme tocar. Jesús se deja tocar y no tiene miedo de tocar. Antes incluso de la curación física, Él desafía una concepción religiosa equivocada, según la cual Dios separa a los puros por un lado y a los impuros por otro. En cambio, Dios no hace esta separación, porque todos somos sus hijos, y la impureza no deriva de alimentos, enfermedades y ni siquiera de la muerte, sino que la impureza viene de un corazón impuro.

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Aprendamos esto: frente a los sufrimientos del cuerpo y del espíritu, frente a las heridas del alma, frente a las situaciones que nos abaten e incluso frente al pecado, Dios no nos mantiene a distancia, Dios no se avergüenza de nosotros, Dios no nos juzga; al contrario, Él se acerca para dejarse tocar y para tocarnos y siempre nos levanta de la muerte. Siempre nos toma de la mano para decirnos: ¡Hija, hijo, levántate! (Cfr. Mc 5,41), ¡Camina, ve hacia delante! ‘Señor, soy un pecador’ – ‘¡Sigue adelante, yo me hice pecado por ti, para salvarte!’ – Pero tú, Señor, no eres un pecador’ – ‘No, pero yo sufrí todas las consecuencias del pecado para salvarte’. ¡Es hermoso esto!

Fijemos en el corazón esta imagen que Jesús nos entrega: Dios es el que te toma de la mano y te levanta, el que se deja tocar por tu dolor y te toca para curarte y darte de nuevo la vida. Él no discrimina a nadie porque ama a todos.

Y entonces podemos preguntarnos: ¿Nosotros creemos que Dios es así? ¿Nos dejamos tocar por el Señor, por su Palabra, por su amor? ¿Entramos en relación con los hermanos ofreciéndoles una mano para levantarse o nos mantenemos a distancia y etiquetamos a las personas en base a nuestros gustos y a nuestras preferencias? Nosotros etiquetamos a las personas. Os hago una pregunta: Dios, el Señor Jesús, ¿etiqueta a las personas? Que cada uno responda. ¿Dios etiqueta a las personas? Y yo, ¿vivo constantemente etiquetando a las personas?

Hermanos y hermanas, miremos al corazón de Dios, para que la Iglesia y la sociedad no excluyan, no excluyan a nadie, para que no traten a nadie como ‘impuro’, para que cada uno, con su propia historia, sea acogido y amado sin etiquetas, sin prejuicios, para que sea amado sin adjetivos.

Recemos a la Virgen Santa: que Ella que es Madre de la ternura interceda por nosotros y por el mundo entero.”